La ACB ha echado el cierre a una temporada repleta de maravillas de diferente porte. Para disfrutar mejor de la belleza de este curso, llamamos a la puerta de nuestro Doctor J de la magia de la liga, Carlos Sánchez Blas, y éste nos ha regalado una colección de mates dialécticos, fintas y sutilezas que explican con sabor la magnitud de una temporada para el recuerdo. 

El baloncesto es un juego que también puede vivirse como una bendita enfermedad. Daniel Molina pertenece a esa estirpe. Para él, el baloncesto sólo se concibe de blanco o de negro (si su equipo juega fuera de casa). Atinada expresión simbólica de cómo vive nuestro redactor el baloncesto. En estas líneas compone una mirada de absolutos al desarrollo de la temporada del Real Madrid y la adoba con ironía, honestidad y unas ‘sentencias’ que, de tan fieras, se acaba convirtiendo en una colección en dardos de peluche, con maese Laso en el centro de la diana. Es la necesidad que tienen todos los aficionados enamorados de un equipo de pedir lo mejor para los suyos, como si los contextos, los imponderables, las limitaciones de cada persona que integra un grupo o los méritos de las otras escuadras no existieran. Un universo ideal que habría provocado alguna lagrimilla de emoción en Hegel. 

Agárrense fuerte pues a la silla antes de empezar la lectura. Ah, y si tú también eres un aficionado visceral de alguno de los otros 16 equipos ACB (la butaca del Estu ya la ocupa nuestro colega Davide), estaremos encantados de publicar tu misiva-balance de la temporada. 

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21.junio.2012

El solsticio de verano, de invierno en el hemisferio sur, es una de las épocas más románticas del año.

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El Palau Blaugrana se llenó a la manera en la que lo hacían las corralas cuando se estrenaba una obra de Lope de Vega o Calderón de la Barca. No quedaba espacio para una persona más. El Barça impuso el valor de sus solistas desde el primer momento. Este equipo tiene por norma la dominación, imposible actuar de otra manera. Tan absurdo como si al ejército de Alejandro Magno le pidieras consideración y respeto hacia el nuevo pueblo que está a punto de subyugar.

Si tu rival te avasalla en el intercambio de golpes, muda de piel. Y hazlo con la mentalidad de un ajedrecista. Algo así hizo el Barça en el cuarto round de la final ACB y, la verdad, nos dejó cautivados. Theobald Philips se pone el traje de Zidane de las crónicas para explicar apregios y sin sentidos del cuarto episodio de una final para cuidar en la urna de los buenos recuerdos, esa a la que acudiremos en un futuro no tan lejano.

11.50 de la mañana de un domingo del mes de febrero, ese que este año se ha puesto farruco con nuestras gargantas. Suena el despertador. ‘Eterno adolescente’ manotea a duras penas el aparato, todavía anda sumergido en la neblina de la juerga de anoche. Pero algo dentro de él le impulsa a levantarse (bonito homenaje a los cuadrúpedos) hasta el cuarto de baño, donde recupera unos gramos de la vitalidad de su juerguista tupé y sale, cual gato, rumbo al Palacio de los Deportes. En otro punto, más al sur de la ciudad, ‘Yugoslavo Motero’ termina sus tostadas con tomate y aceite (no se componen odas al cuerpo saludable por casualidad) y se enfunda los guantes para domar su caballo de 500 cc hasta la Plaza de Dalí. Entretanto, al lado de la despechada Caja Mágica (no es fácil asumir que estás en la sala de espera de la gran vida cuando tienes trazas de Megan Fox de los pabellones grandes) ‘Papá Seductor’ se despide de la familia con la alegría de saber que tiene dos horas solo para sí, como cuando conquistaba mundos con días de 18 horas ‘on fire’.

¿Para qué sirve la escritura? Para hacerle ajustes de justicia y, por qué no, de imaginación a la realidad. Algo así siente uno leyendo las crónicas de Theobald Philips, que es algo así como el cronista pop de nuestro baloncesto. Fabrica bromas para todos desde una óptica singular, a través de la cual queda de relieve la sugerencia de cada partido. Hagan la prueba si no con su mirada al tercer acto de esta final ACB pródiga en destellos y derrumbes.

A veces, la NBA se parece a una comedia de Hollywood en los años 60: ganan los favoritos del público y lo hacen con las dosis justas de incertidumbre y adversidad dramática. Nadie mejor que Juan Luis Barbero, nuestro experto en la NBA, para contextualizarnos las grandezas de la final de este año, que promete grandes dosis de talento y dramatismo, a la manera de las superproducciones de la misma época en la meca del cine. Es lo que tiene el baloncesto del bueno, que acaba convirtiéndose en poliédrico :-).

Theobald Philips tiene la retranca de los grandes contadores de historias ingleses. En esta crónica, sintetiza, con inteligencia y humor, los hitos narrativos del segundo partido de la final de la Liga Endesa (1-1 en el momento de escribir estas líneas, 1-2 a día de hoy). Por el camino, compone un emocionante homenaje al Director General de Fiebre Baloncesto, Alejandro Echeverría Rey, que este sábado tuvo el atrevimiento de revitalizar el sagrado sacramento del matrimonio junto a su amada Elena con una ceremonia y festejos cuajados de creatividad, buen gusto y emoción. Enhorabuena, chicos.

En un lugar de Barcelona, de cuyo nombre no puedo olvidarme, no ha mucho tiempo que vivía un escolta de los de lanza que las meto, lesión antigua, pelín flaco y fondo corredor. Frisaba la edad de nuestro escolta con los treinta y dos años, era de complexión recia, seco de carnes, barbudo de rostro; gran anotador y amigo de la victoria. Quieren decir que tenía el nombre de Juan Carlos o Juanqui (que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben), aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se le llamaba la Bomba; pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.