Aleros en la selección: calidad de la salud de nuestro baloncesto

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Corrían mediados de los años 80 y principios de los 90 cuando el entonces seleccionador nacional, Antonio Díaz Miguel, se desvivía por la salud de Andrés Jiménez, que por aquel tiempo era el alero de nuestro combinado y, a veces, del Barça, donde jugaba casi con más frecuencia de 4. Antonio Díaz Miguel, el mismo hombre que nos había guiado años atrás a la medalla de plata en los JJOO de Los Ángeles, se desconsolaba porque sabía que esa posición era clave para confeccionar un plantel competitivo en el escenario internacional (donde entonces empezaban a proliferar talentos versátiles de imponente talla, como Toni Kukok) y porque tampoco había grandes recambios del alero sevillano en el horizonte. Tendrían que pasar unos cuantos años para que en 1998 surgiera otro Jiménez, de nombre Carlos, que volviese a poner en buena forma esta posición en el combinado nacional.

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Aleros en la selección: el puesto que mide la calidad de la salud de nuestro baloncesto

Pedro Fernaud


Antes de desglosar las virtudes de Carlos volvamos a hablar un poco de Andrés, un pionero, coetáneo de Epi, Fernando Martín y Corbalán. A.Jiménez también coincidió con Xavi Crespo y Pep Cargol, por citar dos aleros puros de aquella época, que tenían clase. Pero su juego no desarrolló la consistencia suficiente como para ser fijos en la selección. Pasó el tiempo. Llegaron los disgustos. Alguno muy gordo, como ‘el angolazo’ que sufrimos en los JJOO de Barcelona, cuando la selección angoleña nos apeó en nuestra propia casa de disputar los cruces finales que daban acceso a la disputa de las medallas.


En el corazón de la década de los noventa, cuando el baloncesto español estaba en proceso de transición, con muchas incertidumbres pero también con una enorme capacidad competitiva de algunos de sus hombres, la posición de alero variaba de arrendatario.

 

Un día era Alberto Herreros, que por altura (1’99) podía desempeñar el rol, pero no por kilos y músculos. Una desventaja en defensa pero no en ataque, donde a veces levitaba, con ventaja para armar con cierta comodidad el brazo ante pares más lentos y pesados. Otro, se le daba la alternativa a gente con talento como José Antonio Paraíso. Pero sin una definición de jerarquías y aptitudes como las que presentaba Jiménez.

 

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Carlos Jiménez lideró la posición de 3 en la selección durante 10 años (1998-2008),

aportando grandes dosis de garra defensiva, rebotes e intangibles.

Fuente foto: Federación Española de Baloncesto

 

El advenimiento de la edad de oro de nuestro basket empezó con la llegada de Carlos Jiménez a la posición de alero de la selección. El entonces alero estudiantil debutó en el Mundial de Grecia del 98. Desde el principio se apreciaron sus buenas maneras defensivas y sus facilidades reboteadores (cargaba muy bien sobre todo el rebote ofensivo). Con el paso de los campeonatos, ganaría en presencia y confianza, desarrollando sus cualidades iniciales y agregando intangibles en la lectura del juego junto a alguna pincelada en el tiro, además de una más que decente capacidad penetradora.

 

El resto de la historia ya la conocéis. España ha pasado del monocultivo a la diversidad en esta posición, que requiere sutilezas varias de un hombre que suele estar claramente por encima de los dos metros. Pensad por un momento cómo es la vida doméstica para alguien como Carlos Suárez (2,03). La de coscorrones que se habrá llevado contra los marcos de las puertas o algún techo. La cantidad de trajes y ropa que se habrá tenido que hacerse a medida. Eso por no hablar de lo que le debió coordinar su cuerpo cuando sus extremidades y tronco crecían de manera desmesurada.

 

Pero aquí está. Él y Víctor Claver, cuya potencia de salto y altura (2,07) le facultan para jugar con garantías también como 4 son el futuro, con buenas prestaciones para rendir desde ya. Si hablamos de presente puro, el nombre que viene a la cabeza es el de Alex Mumbrú, que con sus 31 tacos el segundo hombre más veterano de la convocatoria tras Garbajosa. Mumbrú es un triplista de rachas, anotador fiable si le das confianza y defensor más que decente cuando se encuentra exigido. En esta liga, también juega Fernando San Emeterio, con altura de alero (1,99), cabeza de escolta y corazón de competidor sin límites, que le permite penetrar en defensas como muros de hormigón.

 

Claro que si hay que definirse por un alero titular uno apostaría por Carlos Suárez, que a sus 24 años está encontrando la madurez en su rendimiento. Ningún otro jugador ha demostrado su capacidad de superación (hace poco más de un par de cursos se le daba por perdido para la élite por sus problemas con las rodillas y su dispersión). Suárez rebotea con frecuencia en las dos orillas, es un tirador de garantías y un defensor temible, producto de la factoría de guerrilleros que alumbra el Estu.

 

Altos, coordinados y muy competitivos, mental, técnica y tácticamente. Justo lo que pedía en su momento Diaz Miguel, aquel enamorado del corte UCLA. Su presencia en la elección, las dudas sobre a quien llevar que tiene el seleccionador (y los aficionados) constituyen el mejor síntoma de la buena salud del baloncesto.

 

Es de justicia terminar este post hablando de Andrés Jiménez. El alero alto de Carmona (Sevilla) empleó la versatilidad de sus 205 centímetros para ser uno de los hombres más decisivos del baloncesto nacional durante muchos años. Tenía un tiro eficaz desde 4-5 metros.

 

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Andrés Jiménez dio un plus de calidad de eficacia al Barça y la selección,

con la que sumó 186 internacionalidades. Fuente foto: acb.com

 

Tenía sus limitaciones atléticas; no tenía un gran salto. Pero suplía esa carencia con una gran inteligencia táctica e instinto. Lo que le llevaba a coger una buena suma de rebotes. Si su defensor era más bajo o más endeble que él, lo freía en el poste bajo, donde se manejaba con mucha soltura.

 

En sus primeros años (fue uno de los jugadores importantes de la plata de Los Angeles con sólo 22 años), destrozaba muchas defensas con sus eficaces entradas a canasta. Pero las lesiones no le respetaron demasiado, y en los últimos años de carrera recicló su juego, tirando cada vez más lejos. Hasta el punto de convertirse en un aceptable triplista.

 

Se retiró a los 35 años, haciendo un papel más que digno en la liga que el Barça conquistó ante el Madrid en la temporada 96/97 años. Vistió 186 veces la camiseta nacional y dejó un legado de juego formidable, que conviene tener presente. Ojalá su espíritu, fiable en ataque y defensa, inspire a las nuevas generaciones que están llegando a la selección.