Total Blam-blam!

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Una de las cosas que me ha traído a esta tan poco bien amueblada cabeza la Final Four ha sido el papel de las estrellas. Más en concreto, la diferencia entre ser un buen jugador, un extraordinario jugador, incluso, y ser una superestrella. Y no es asunto baladí, pienso, teniendo en cuenta que de esa diferencia pueden depender cosas tan importantes como el futuro devenir de nuestro deporte en las próximas finales ACB o en el Eurobasket de este verano, sin ir más lejos.

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Fotos: Fiebrebaloncesto.com / Theobald Philips

Las estrellas de la Final Four para la Euroliga

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Total Blam-blam!

Theobald Philips

20.mayo.2012

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Foto: Fiebrebaloncesto.com / Theobald Philips

“Hey man, well he’s a total blam-blam…he said he had to squeeze it but he… then he…”. Parafraseando a David Bowie (“Suffragette City) para describir qué nos hizo sentir Spanoulis, una auténtica superestrella

Pues sí, como dependió la Euroliga de la fulgurante aristía de Spanoulis. De acuerdo, vale, sin Bartzokas y el juego de equipo, equipo, equipo, Olympiacos no habría ganado por muchos triples que hubiera metido Vassilis pero, con esos mismos mimbres ¿habría alzado la copa sin el barbudo de Larissa?

Spanoulis venía de hacer un playoff contra Efes que muchos habían calificado de discreto (12% 3p), y no hizo una buena semifinal si la analizamos solo con la estadística en la mano (0/6 3p, 8 ptos en 32 mins). Por supuesto, en esos seis partidos fue capaz de hacer muchas cosas, ya que cada vez que entraba en pista se dedicaba a ayudar de la mejor forma posible a sus compañeros aprovechando los sobremarcajes, dando asistencias y cubriendo con creces su cuota de sudor en el coordinado esfuerzo defensivo de los pireotas; pero no fue el jugador capital al que nos tiene acostumbrados.

El comienzo de la final fue de tono parecido, con Vassilis barrido por el vendaval de los de Laso, que su nombre solo sale en la estadística para indicar fallos y se salva del sonrojo porque, en los tapones recibidos, es Begic el nombre que aparece en la línea de jugada. Y, sin embargo, en la hora clave, cuando se olía la sangre, cuando los puntos valían más de lo que cuestan, no falló. Sus canastas fatídicas no fueron en cualquier momento, sino en el que más daño hacían: las de ponerse por encima culminando la remontada y diciendoadiós en el marcador, las de castigar fallos, las de volver a alejar la orilla cuando los remeros blancos veían ya la tierra prometida.

 

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Foto: Fiebrebaloncesto.com / Theobald Philips

Spanoulis se desmarcó de la celebración y fue a saludar al Madrid

 

Por cierto, un detalle más del genio de Larissa: terminado el partido, retirados ya los equipos del parquet, mientras Olympiacos celebraba con los suyos haciendo tiempo para la entrega de premios, Vassilis se acercó al banquillo madridista y saludó uno por uno a los desolados rivales. ???? ????!


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Foto: Fiebrebaloncesto.com / Theobald Philips

Contrastes: Nikola Mirotic, estrella para la Euroliga al principio de este artículo, decepcionado y decepcionante tras jugarse la final

 

En el Real Madrid, uno de los llamados a hacer ese papel era Nikola Mirotic. Talento, físico, carácter y edad, le sobran para ello y, sin embargo… Al montenegrino le hemos visto partidos estratosféricos, movimientos de ensueño, días de esos en los que parece que no está pero que, cuando miras los números (privilegio de los grandes), resulta que es el más valorado, el máximo anotador, el máximo reboteador. Y, sin embargo… no puedo menos que acordarme de lo que dice mi prima, que no rinde cuando son partidos televisados (aunque sea en Teledeporte). Sí, me preocupa especialmente la diferencia entre gran jugador y estrella en relación con Nikola, porque es lo más parecido a una estrella en ciernes que tenemos y, sin embargo, después de una sensacional temporada regular, Top 16 y playoff de Euroliga, cuando tenía que dar un paso adelante lo ha dado hacia atrás, desapareciendo completamente tanto de semifinal como, sobre todo, de la final (solo 2 puntos fuera de ese espejismo del primer cuarto, 7 en total).

Es joven, lo sé, y también me consta que de carácter anda sobrado (recuerden su negativa a irse a Fuenlabrada, ganándose un sitio en la dura mollera de Messina), y esa es mi esperanza. Pero ha desperdiciado una oportunidad que, a sus 22 años, no veo yo que tiraran por la borda un Drazen Petrovic o un Juan Carlos Navarro. En sus manos está el quedarse en un magnífico jugador, que quiero en mi equipo sí o sí, o en ser uno de esos de los de decir “Yo ví a Mirotic”. Y el primero en valorarlo tendrá que ser Juan Orenga, metido en el juego de descartes con Serge Ibaka.

 

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Foto: Fiebrebaloncesto.com / Theobald Philips

Rudy cogió su fusil. Grande para lo bueno y, a veces, para lo malo

 

El otro gran pretendiente, ya con galones para tomar el cetro de nuestro baloncesto, es Rudy; un pedazo de jugador, con talento y garra, que sabe aportar muchas cosas al equipo además de las más aparentes para todos. Sin embargo, con 28 años, Fernández tiene una peligrosa tendencia al caos, que le penaliza en el camino al estrellato, trocando muchas veces la «t» final en una «d». Es su idiosincrasia, la misma que le permite hacer que nos levantemos de nuestras sillas y coreemos su nombre pero que, al menos a mí, me hace dudar de su fiabilidad para los momentos clave. Miren si no estas dos fotos ¿qué ven?


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Foto: Fiebrebaloncesto.com / Theobald Philips

Marcadores del O2 al final del tercer cuarto y del partido

 

En ese periodo clave, en el que había partido nuevo después de haber conseguido igualar el marcador, el alero mallorquín del Real Madrid anotó solo 4 puntos (todos de tiro libre), mientras que el a la postre MVP endosó 10 a los blancos. Fue un periodo de esos de locura, en los que Rudy se obceca a costa de su espalda, que recibe los costalazos, en embestir las defensas o buscar tiros imposibles, olvidándose en muchos casos de ese jugador total que lleva dentro. Es su carácter, sí, pero cercana la inaplazable retirada (cojeando) de Navarro, si el menor de los Fernández no quiere que otros le adelanten en ser el líder de una nueva era, tendrá que aprender a controlarse. La inaprehensible diferencia entre la grandeza y la leyenda.


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Foto: Fiebrebaloncesto.com / Theobald Philips

¡Quién lo iba a decir hace unos años! El Chacho pidiendo cabeza. El tinerfeño se está convirtiendo en una verdadera estrella

 

Entre medias, echen un vistazo a los números de Sergio Rodríguez en esos dos marcadores. El Chacho, sin estar al brillante nivel de la semifinal, donde junto con Felipe fue clave para la derrota del corajudo Barça Regal, sí que tuvo ese arranque de estrella del que estoy hablando, echándose el equipo a la espalda y dándolo todo hasta el final. Sergio ha andado ese camino hacia la sensatez y la fiabilidad del que hablaba antes, sin perder un ápice de su bendita locura. Puede ser un ejemplo. Puede ser una estrella.


Y nosotros que lo veamos.


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