Los Reyes (no) son los padres

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La navidad es un terreno propicio para alimentar la fe en lo improbable y también en los intangibles. Con estos ingredientes, el Baloncesto Fuenlabrada compuso un cuento navideño que habría obtenido la aprobación del mismo Charles Dickens. El Unicaja, co-líder hasta esta jornada, abdicó ante el entusiasmo de los madrileños, bien provistos de variantes tácticas. Theobald Phillips nos lo explica con un relato pleno de elegancia y sentido del humor. 

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Los Reyes (no) son los padres

Theobald Philips

9.enero.2011

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Lubos Barton terminó con 100% de acierto y 29 de valoración siendo pieza clave en el triunfo del Fuenlabrada. Autor/fuente de foto: Fran Pérez / www.balocestofuenlabrada.com


Cuentan los viejos del lugar que cuando al general Querejeta, a la sazón presidente de la FEB en los años 50, se le dijo que no se podía ganar a los rusos porque eran más altos, contestó impasible que si eran más altos, que jugaran por debajo. Después de lo visto ayer, tendremos que reconsiderar la catalogación de este comentario como anécdota, e incluirlo dentro del libro de sistemas de cualquier equipo.

Con Gustavo Ayón -como habíamos visto esa misma madrugada- calentando banquillo en la Luisiana, y Leo Mainoldi de calle por una inoportuna lesión, el arsenal interior del Fuenlabrada parecía de juguete al lado del de Unicaja. Pero el equipo malagueño salió como el niño que sabe que los Reyes son los padres, correcto pero sin esforzarse, porque está seguro de que lo del carbón es mentira y mal se tiene que dar para que no le traigan regalos. Fuenlabrada, por el contrario, fue el niño que sueña con la magia, que se porta como nunca porque teme quedarse sin nada, ya que cree en lo imposible.

Y de esa forma, el trasatlántico de eficacia malagueña que les despegó de inicio, se estrelló contra la montaña que movió la fe fuenlabreña, liderada por sus veteranos (Barton, circunstancial 4, Cortaberría y Sánchez), a los que pronto se unió la larga sombra de Sené. El partido se mantuvo en un puño durante todo el primer tiempo, con los madrileños tapando a base de coraje los agujeros de su aparente inferioridad: diez rebotes ofensivos borraron su desacierto en los tiros de 2, y sus defensas alternativas provocaron 10 pérdidas de balón a Unicaja. Los verdes, con nadie jugando especialmente bien ni especialmente mal, no sólo no veían desmoronarse el castillo de naipes naranja, sino que se iban al vestuario con cuatro puntos de desventaja (40-36).

El juego se retomó con el refrán de que si quieres no quieres caldo, pues toma dos tazas. Sené, único pívot fuenlabreño que era realmente más alto que los aleros contrarios, tuvo su segundo golpe en la rodilla (ya había sufrido otro al final del cuarto anterior) y se retiró al banquillo para no volver. La zona alternativa que Fisac había ensayado a lo largo del partido tuvo que convertirse en recurso permanente y, haciendo de necesidad virtud, mantuvo las ventajas. Pero con el paso del tiempo parecía que, por fin la lógica se imponía. Fuenlabrada sólo añadió un rebote ofensivo más a su cuenta, Valters encontraba el lado débil de la zona y las torres malagueñas ocupaban cada vez más fácilmente el centro de la pintura aprovechando los desequilibrios existentes (pobre Colom, intentando cerrar a Garbajosa…). Las ventajas cambiaron de signo, y terminó el tercer cuarto con 59-62.

Pero nada de eso. Los niños de Fuenlabrada no querían ni oír hablar de regalos comprados por los padres; para ellos, los Reyes existen y si quieres que te traigan algo, te tienes que portar muy bien. Muy bien sobre todo atrás, dejándose la piel para volver a hacer impenetrable la defensa y, a partir de ahí, recuperar la ventaja en ataque. Y, cuando despertaron de cuatro minutos de remontada hasta el 64-62, su buen comportamiento lo premiaron los Magos de Oriente con cuatro triples consecutivos, dos de Barton, uno de Sergio y otro de Saúl, el hijo pródigo más aplaudido al retornar a casa. Porfirio, como el general Querejeta, había decidido jugar por debajo.

Los dos últimos minutos fueron de infarto, con Freeland (el mejor malagueño) taponando a Sergio Sánchez y Garbajosa, siempre eficaz, aprovechando un robo de Valters en las mismas manos de Javi Vega, que había cogido el rebote, para apretar el marcador. Del carrusel de faltas y los cambios de balonmano parecía que iba a resultar que los Reyes Magos no existían, pero la última entrada de Rowland, que habría supuesto la prórroga (80-78), no terminó en canasta por lo que todos creímos que era un tapón del omnipresente Barton. Visto después en la tele, ningún jugador fuenlabreño tocó al malagueño. Los Reyes no son los padres, la magia existe.

 



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