La rana y el buey

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Baloncesto Fuenlabrada mantuvo frente al Real Madrid durante casi tres cuartos una apariencia de partido, una razonable distancia de entre 7 y 13 puntos que se desvaneció como el espejismo que realmente era cuando los de Laso decidieron apretar el acelerador a ambos lados de la cancha para acabar ganando por lo que ha sido la derrota más abultada de los locales en este curso baloncestísico (67 – 94).

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La rana y el buey

Theobald Philips

9.mayo.2014

 

 

Foto: Eurosport

 Kukoc mentía; Sergio “Mira Quién Pasa” Rodríguez es capaz de hacer felices hasta a 12 personas en un partido

 

Contaba Esopo hace mucho, mucho tiempo (tanto que ni Jordi Hurtado había comenzado todavía con Saber y Ganar, creo que era un simple becario) que hubo una vez una rana que intentó hacerse tan grande como un buey que cerca de su charca pacía y, a tal fin, comenzó a hinchar tanto su pellejo que al final reventó. Pues algo así sucedió en la jornada 31 de esta Liga Endesa al Fuenlabrada, que intentó hincharse para ser tan grande como el buey blanco, dejándose la piel en el intento.

 

El Madrid comenzó sin hacer mucho caso a la pequeña ranita, permitiéndose incluso el lujo de dar descanso a Bourousis que, en un entrenamiento, había sufrido un leve esguince que no le impidió hacer la rueda. El juego de los blancos no era especialmente brillante, quizá desconcertados por el hecho de ver a Slaughter en el quinteto inicial y al Chacho en pista muy poco después del salto ya que Rudy, en su primera penetración, se dio un costalazo en su dedo dislocado. Pero como le daban errores que castigar, y no hay nadie mejor castigando errores que los de Laso, pues cogió casi sin querer una cierta ventaja que ya no dejó hasta el final del partido.

 

Sí, la rana aspiraba aire y trataba de hinchar el buche, pero no es ya que no igualara las trazas del buey, es que ni siquiera aumentaba de tamaño ya que a pesar de defender y mover el balón razonablemente bien, fallaba prácticamente todos sus tiros. Con solo Panko, Feldeine y Diagné anotando (más un triple de Dani Pérez…a tabla), bastante fue que el primer cuarto terminó con 11-24. No obstante, una jugada a falta de un minuto del bocinazo, en la que de manera consecutiva Panko fue taponado por Darden y Vargas por Mirotic, unido al 1/9 3p, nos hacían sospechar del espejismo con que introducíamos la crónica, pues un equipo como el de Casimiro, para rozar el milagro, tiene que hacerlo todo perfecto y, además, esperar que el grande no tenga uno de sus días.

 

Paunic, muy agresivo y acelerado durante todo el partido (incluso cuando ya no había en juego nada más que el propio juego), hinchó un poco el pellejo del equipo, que pareció poder recortar las diferencias. Sin embargo, el aguijonazo solo sirvió para que “Mira Quién Pasa” Rodríguez comenzara su espectáculo, que culminó con 14 puntos de grandes porcentajes, 3 rebotes, 12 asistencias, 3 robos, 4 faltas recibidas y 27 de valoración. El tamaño del Madrid, guiado por su boyero de La Laguna, era demasiado grande para que los esfuerzos de Arnold y Diagné (nuevamente el mejor de los suyos, con 13 de valoración) pudiera igualarlo. Así, en el descanso, Fuenlabrada solo había conseguido recortar 3 puntos: 32 – 42.

 

Engañado por su propio espejismo del “¿Y si cae también aquí?”, los chicos de Casimiro nos ofrecieron sus mejores momentos en el arranque del tercer cuarto, apretando las tuercas a los blancos en defensa para colocarse a escasos 7 puntos de distancia tras una espectacular jugada en la que Feldeine, llegando por detrás a taponar la galopada al contraataque de Sergio Llull, cosa no fácil de ver, salió disparado hacia el aro contrario para embocar un triple desde la esquina de los Blues (37 – 44). Ahí, como en la fábula, fue cuando reventó el espejismo y la rana se dio cuenta de que no era posible, por mucho que soplara, llegar a ser tan grande como el buey. Un triple de Rudy (que volvió, dolorida pero afortunadamente, tras el descanso), otro de Nikola Mirotic y un tercero del Increíble Llullk, trufado de un paso adelante defensivo en el que los espacios eran todos brazos madridistas, con Marcus Slaughter en modo “llego a ayudar al mismatch del poste bajo pero recupero a mi hombre en el otro lado de la zona”, hizo que los bajos porcentajes de Fuenlabrada no se debieran ya a nervios o a un mal día, sino a que no había ni siquiera posiciones libradas (10 tapones para el Real).

 

Del 46 – 64 con que finalizó el tercer cuarto hasta el 67 – 94 final, nada que destacar a nivel competitivo, pues el partido estaba roto, y mucho a nivel de espectáculo ya que el juego se mantuvo vibrante y fluido, con ambos equipos deleitando a la grada con sus acciones. Destellos de un Eloy Vargas que por fin se empapó un poco del carácter que destila gente como Diagné o Mejri, el tunecino culminando un contraataque a pase, como no, del Chacho, la sobria y elegante efectividad de Darden, y un final de guardería con el debut del joven Boubacar Moungoro, la salida del hiperactivo Chema González (2 rebotes, 1 asistencia y 1 tapón en 2’33”), el esperanzador futuro de Moussa Diagné y el triple final del canterano madridista Alberto Martín.

 

Punto y aparte para Real Madrid que, tras este pequeño valle de solaz en el que ha podido descansar y empezar a meter en ritmo de juego a Jaycee Carroll, vuelve a escalar las grandes cimas con su próxima visita al Palau en ACB y la Final Four en lontananza. Por Fuenlabrada, destacar que a pesar de tener la temporada prácticamente resuelta, no bajó los brazos en ningún momento y siguió intentando emular al buey incluso después de haber reventado. Frente a la moraleja de la fábula, que dice “conténtese cada uno con su estado, porque si trata de igualarse al que sabe más o es más poderoso, no logrará otra cosa que hacerse más desgraciado”, los fuenlabreños pudieron sentirse contentos y orgullosos, ofreciendo a sus incondicionales y al pequeño grupo de Berserkers (partido sin tele) una tarde de lo más entretenida.