La cima desde el sofá

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El baloncesto es una cuestión de destreza técnica y táctica, a nivel individual y colectivo. Pero también de mentalidad, espíritu y, por qué no, imaginación; sobre todo si nuestro objetivo como jugadores o entrenadores es hacer pasar un buen rato a nuestros compañeros, jugadores y espectadores. Este último ingrediente, imaginación, es la piedra capital sobre la que descansa el noveno relato sobre baloncesto cincelado por Josep Pastells. En él, durante cinco minutos nos convertiremos en Rafa, uno de los protagonistas de esa pachanga con la que poco a poco se va hilvanando esta cautivadora narración coral sobre amistad, baloncesto y felicidades pequeñas. ¿Tienes sueños de baloncesto? Pues abróchate el cinturón, porque ahora vas a entrar en la conciencia de otro enfebrecido por este deporte…

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La cima desde el sofá

Josep Pastells

27.noviembre.2010

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El protagonista de este relato, Rafa, mide tres centímetros más que Tyrone Bogues, base jugón de la NBA que, a finales de los ochenta y durante los novena, maravilló al mundo con su facilidad para jugar a este deporte, lo mismo que nuestro héroe de ficción, que llega con su imaginación a los lugares que están vedados a su talento. Fuente de foto: nba.com


No estoy soñando, o quizá sí, pero con los ojos bien abiertos. Sueño mientras sostengo el balón en las manos. Tiempo atrás fue anaranjado, ahora parece marrón oscuro casi negro, pero sigue botando igual de bien que siempre. Lo sostengo tumbado en el sofá y empiezo a hacerlo girar sobre mi dedo índice. Pero más que fijarme en el balón observo mis evoluciones sobre la cancha. Estoy en el Staples Center y visto la camiseta amarilla de los Lakers.


Sigo llamándome Rafa y no paso del 1,63, pero el público me aclama. No es para menos. Tras unas jornadas un tanto aciagas, hoy me estoy saliendo. Nada menos que contra los Spurs. Se han presentando en Los Angeles con la vitola de mejor equipo de la liga. Todo era falso. Los mejores somos nosotros, que los estamos barriendo sin contemplaciones. Gracias a la gran actuación de Pau y Kobe, sí, pero sobre todo por mi extraordinario nivel de acierto. Llevo once tiros de dos sin ningún fallo. Y dos triples. Y ocho tiros libres. Unos estratosféricos 36 puntos que obligan a Phil a dejarme en cancha unos minutos más.

Lo aprovecho para fajarme en defensa. Parker parece desorientado. En menos de cinco minutos le meto dos tapones y le robo tres balones. Y no me olvido del ataque. Asistencias a Kobe y a Pau, por supuesto, pero también lucimiento personal, que nunca hasta hoy había sido titular. Lo aprovecho a conciencia. Ginóbili nunca se hubiera imaginado que fuera capaz de superarle con tanta facilidad en el uno contra uno, ni Duncan que osara machacar el aro en su propia cara tras elevarme con los alambres que tengo por piernas. Me muevo por la pista con la seguridad que te confiere saberte el mejor base de todos los tiempos, quizá el jugador más completo que ha pisado nunca las canchas de la NBA. ¡Rafa!, ¡Rafa!, ¡Rafa!, grita el público enardecido.


Cuando por fin me siento en el banco acumulo 50 puntos, doce rebotes y ocho tapones. Todos me abrazan. Por fin han comprendido quién soy, cuánto valgo, hasta dónde puedo llegar. Phil se frota los ojos. Pau y Kobe comprenden que su reinado ha llegado a su fin. Los Spurs en bloque llegan a la conclusión de que ésta no es su liga.


Levanto los brazos en señal de agradecimiento, ensayo unos cuantos saludos toreros, acepto con humildad el papel crucial que a partir de ahora desempeñaré en este equipo y en esta competición, en la historia del baloncesto. Cierro los ojos para escuchar mejor los aplausos. El balón que tiempo atrás fue anaranjado y ahora parece marrón oscuro casi negro sigue girando. Pronto será la hora de que empiece a botar, pienso mientras, tras abrir mis ojos cada vez más cegatos, decido que ya va siendo hora de salir a la calle para jugar el partidillo con Ritxie y Germán.