La casa de los McDermott

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Muy de vez en cuando en NCAA se nos aparece un espécimen que podríamos denominar entrenador con niño: dícese de aquel técnico universitario que tiene a uno de sus vástagos o retoños como integrante de ese mismo equipo universitario. A su vez podríamos subdividir dicho concepto en dos subcategorías: A) entrenador con niño, siendo el susodicho niño la principal estrella del equipo; y B) entrenador con niño, siendo el susodicho niño uno más (a veces uno menos) en dicho equipo, de tal manera que la maledicencia popular tiende a pensar que esa criatura difícilmente jugaría si no estuviera su progenitor repartiendo los minutos. ¿Ejemplos? Podríamos encuadrar en la categoría A a los inolvidables Homer (sí, Homer) Drew y su hijo Bryce (que no Bart) en Valparaiso (curiosamente hoy Bryce ocupa el puesto que entonces ocupaba su padre), a Jim Larrañaga y su hijo Jay (sí, ese que anduvo por aquí) en Bowling Green, a Lon Kruger y su hijo Kevin en Nevada-Las Vegas… Y en la categoría B así de entrada se me vienen a la cabeza Bruce Pearl y su hijo Steven (como dos gotas de agua, oigan) en Tennessee, por supuesto Tubby Smith y su hijo Saul en Kentucky… si bien en este caso no es que interfiriera la maledicencia popular, es que aquello cantaba lo miraras por donde lo miraras.

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La casa de los McDermott

Zaid

9.diciembre.2012

 

¿Y hoy? Hoy tenemos dos casos (o puede que haya alguno más, pero yo no los conozco), ambos dos perfectamente (y afortunadamente) encuadrables en esa subcategoría A: el entrenador de la Universidad de Detroit se llama Ray McCallum y su principal estrella (y extraordinario base, además) se llama también Ray McCallum, ya ven qué casualidad. Y finalmente en la Universidad de Creighton, sita en Omaha, Nebraska (que es adonde queríamos llegar a parar tras todo este prescindible preámbulo) el entrenador se llama Greg McDermott y su principal estrella (como ya habrán adivinado, siempre y cuando no lo supieran ya de sobra) es su querido vástago a la par que magnífico alero Doug McDermott. 

 

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Los McDermott, padre e hijo. Fuente de foto: turbodaddy.net


Doug McDermott vendría a ser un cuatro con hechuras de tres y maneras (a veces, incluso) de cinco, un tipo indefendible (para los estándares NCAA) que para cada pick puede salir indistintamente hacia el pop o hacia el roll según le pete, según por dónde se la coma el defensor, según para dónde sople el viento. Que te la puede clavar desde el triple, pero que también te la puede clavar posteándote en (lo que antes llamábamos) las letras, que te puede ganar la posición como el mejor cénter y castigarte luego con movimientos de pies que jamás pensaste que pudiera tener. Doug McDermott es completo y además es intenso, es el típico tío al que puedes entregar con toda confianza las llaves del reino porque sabes que incluso aunque tenga un mal día nunca te va a defraudar. Doug McDermott te lleva incluso a plantearte qué fue antes, si el huevo o la gallina: si Creighton fichó al Coach McDermott (hace dos veranos, cuando Dana Altman puso fin a sus 16 años allí y aceptó la oferta de Oregon) exclusivamente por su calidad como entrenador, y luego tuvo la suerte de encontrarse con su hijo… o si le fichó única y exclusivamente porque sabía que de su mano llegaría también su hijo.

Dicho todo lo cual, acaso ustedes, si son más de NBA que de NCAA, se estén relamiendo pensando en la joya que habrá de llegar a aquella Liga… Bueno, pues no se relaman todavía, háganme el favor. Doug Mc Dermott jugará en NBA, no tengo ninguna duda; de lo que sí tengo serias dudas es del papel que pueda desempeñar allí, en una Liga en la que ya no podrá marcar diferencias (más bien todo lo contrario) en el aspecto físico, una Liga en la que ya difícilmente podrá postear a los fornidos mostrencos que allí se gastan en posiciones interiores. Doug McDermott tiene toda la pinta de que podrá ganarse muchos años la vida como especialista, como genuino alero tirador, un poco a la manera de otro ex de Creighton que también lo fue todo en aquel campus y que ahora lleva años cumpliendo sobradamente ese papel: Kyle Korver, aunque no sean físicos demasiado comparables (y obviamente no me refiero al aspecto estético, que si el uno lleva años siendo el guaperas oficial de la Liga el otro bien puede sucederle en semejante papel, si bien no es tema que me incumba y prefiero dejarlo a criterio de los/as entendidos/as en la materia). Me gustaría pensar que McDermott pudiera llegar a ser algo más que eso (un mero especialista, me refiero) en el campo profesional. Ya otra cosa será que lo piense.

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Doug McDermott y Gregory Echenique. Fuente de foto: sportsillustrated.cnn.com

McDermott tampoco sería lo que es sin un buen compañero interior que le cubriera las espaldas, un sujeto que resultará tal vez familiar a aquellos que no trabajan habitualmente la NCAA pero sí acostumbran a seguir cada verano el baloncesto internacional: Gregory Echenique, que ya a sus pocos años acostumbra a ejercer de cénter en la selección de Venezuela. Un pívot que no anda sobrado de centímetros y tampoco es que sea la octava maravilla del universo, ya quisiera por ejemplo tener la mitad del juego de pies que atesora su amigo McDermott, pero que sí garantiza intensidad, rebote, defensa, incansable trabajo, buenísimos bloqueos y mejores continuaciones (hacia dentro, of course). Eso sí, hay una cosa que no hace (o no debe hacer) y que es casi el único en ese equipo que no la hace: tirar de tres. Porque otra cosa no tendrán los Bluejays pero tiradores lo son casi todos por la cuenta que les tiene, lo es incluso el fornido pívot suplente Ethan Wragge, el que acostumbra a dar minutos de descanso a Echenique e incluso a McDermott y que contra todo pronóstico puede que sea incluso la mejor muñeca del equipo, cada vez que continúa un bloqueo hacia fuera el rival puede echarse a temblar. Pero buena mano tienen también los escoltas Gibbs y Manigat, buena mano tiene el pequeño y rapidísimo base Chatman (nada del otro mundo, pero que les hace un apaño), buena mano tiene saliendo desde el banquillo Dingman… 

Y como quiera que no sólo saben tirar sino que además y por lo general saben también pasar (incluso Echenique), pues el resultado de todo ello es un equipo que no acostumbra a cometer tonterías, que pelea por cada balón y en el que las canastas suelen llegar casi siempre como la lógica consecuencia de haber hecho lo correcto en cada situación. Que allí nadie abusa, que nadie se tira lo que no deba (ni siquiera McDermott), que todo parece presidido por una absoluta sensatez. Sensatez que el año pasado (con un roster muy similar a éste) les sirvió para pasar ronda y plantarle cara a North Carolina en el Torneo Final, sensatez que este año debería llevarles de nuevo al Gran Baile. De momento ahí les tienen, rankeados (terrible verbo) en el puesto 16, sólo una derrota (en casa ante Boise State, otro equipo sumamente interesante) por siete victorias, algunas tan espectaculares como las que obtuvieron ante Wisconsin y Arizona State para llevarse el Las Vegas Invitational o la que lograron este pasado jueves (sangre, sudor y lágrimas mediante, y eso que se impusieron con claridad) en cancha de Nebraska, sus eternos rivales del Estado. Créanme, debe ser sólo el principio. Puede que ahora se nos pierdan un poco como tantos otros mid-majors en cuanto empiece su Missouri Valley Conference pero por favor, por nada del mundo dejemos de acordarnos de ellos cuando llegue marzo. Al tiempo.

 

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Logo de la Universidad de Creighton. Fuente de foto: elitistjerksports.com



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