Elgin Baylor: el príncipe de los perdedores

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Elgin Gay Baylor jugó ocho finales NBA a lo largo de sus 13 años como jugador profesional. No pudo convertir ninguno de esos tickets a la gloria en un anillo. Entre otras cosas, porque en su camino se cruzaron unos dominantes Celtics, que tiranizaron la liga más famosa del planeta durante la década de los sesenta y triunfaron en seis de esas finales. Baylor era un adelantado a su tiempo. Empleaba sus 1’96 centímetros para martirizar a su oponente en el poste bajo y era casi indefendible cuando tiraba en suspensión. Por si estas credenciales fueran pocas, reboteaba como un pívot (más de 13 capturas por velada a lo largo de su carrera profesional) y pasaba con bastante imaginación. De acuerdo, no logró emparentar su nombre con el éxito de los títulos, pero permanece en la memoria colectiva como la quintaesencia de jugador talentoso que nunca se cansa de reinventarse.

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Elgin Baylor: el príncipe de los perdedores

Pedro Fernaud

21.noviembre.2010

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Elgin Baylor no ganó ninguna de los ocho finales NBA que disputo, pero su mito perdura como sinónimo de clase en la anotación y versatilidad en el juego. Fuente de foto: californiasporshalloffame.org

 

Baylor tuvo una travesía accidentada como estudiante. No era un buen estudiante, pero aún así logro una beca para estudiar en la Universidad de Seattle, donde despuntó durante los tres años que estuvo allí, con una anotación media de 31 puntos por choque. En 1958 guió a su equipo hasta la final de la NCAA, donde sucumbieron ante Kentucky, fue el comienzo de una larga de travesías de “casi”. Aunque no conquistaron el cetro universitario, el talento de Baylor fue subrayado con su inclusión en el quinteto inicial del campeonato.

 

 

El talento de esa dinámico alero no paso desapercibido para los Mineapolis Lakers, que, nada más concluir su tercer año como universitario, le hicieron una oferta poco menos que irrenunciable: 20.000 dólares por temporada a cambio de que vistiera su camiseta. Por aquella época, ese sueldo era una cantidad desorbitada y el tío Elgin sólo supo decir: sí quiero. Con su llegada, la franquicia de ‘los lagos’ quería reverdecer los laureles que en su momento había disfrutado con el dominante George Mikan.


El juego de Baylor impactó desde el primer momento. En su primer año, promedió 24 puntos por velada y condujo a su equipo hasta las finales de la liga. Efectivamente, fue designado como rookie del año. Aquella derrota fue la primera de una larga lista de claudicaciones que hacen propensa al mito la figura de Baylor.


El tío jugaba con un extra de capacidad física y técnica. Daba la sensación de que a sus defensores les temblaban las piernas cuando le tenían enfrente. Le bastaba con botar con una sola mano para crearse sus propios espacios de tiro o dejar en el parqué la pintura de su defensor. Ese ‘látigo de bote’ era sólo uno de sus sobresalientes recursos. También bordaba las entradas a aro pasado o los cambios de mano en el aire. En cierto modo, fue el precursor de Julius Erwing y Michael Jordan por su facilidad para agarrar la pelota con una sola mano o quedarse suspendido en la atmósfera. Malabarismos que casi siempre convertía en una canasta o una falta personal en el debe de su adversario.


En los Lakers coincidió con el modélico Jerry West y el pantagruélico Wilt Chamberlain. Sus combinaciones eran odas al baloncesto ofensivo. Pero la coordinación de sus talentos no era suficiente para franquear el orgullo, el espíritu y la defensa de los Boston Celtics, que tenían a un entrenador total llamado Red Auerbach y a un pívot majestuoso, Bill Russel, que se dedicaba a dar clases magistrales de cómo anotar y defender en el poste bajo.

Hay una opinión de su compañero Jerry West que nos puede ayudar a entender la dimensión del juego de Baylor: “Cuando la gente hoy día dice que hay grandes aleros, pienso en Elgin y sinceramente creo que la mayoría no pueden compararse con él”.


Más categórico fue su excompañero y oponente Tommy Hawkins“Libra por libra, nadie fue tan grande como Elgin Baylor. Está claro que no saltaba tanto como Michael Jordan, pero tenía la mayor variedad de tiros que he visto jamás. Era capaz de saltar y tirar desde cualquier ángulo. Podía darle efecto. Tenía una enorme fuerza. Podía postear ante Bill Russell. Y también podía pasar como Magic Johnson y driblar como los mejores bases de la liga”.

 

 

Sea como fuere, estamos retratando a un jugador verdaderamente especial, que por ejemplo todavía hoy día ostenta el récord de anotación en un partido de las finales NBA: 61 puntos, hito del que por cierto este domingo se cumplen 50 años y seis días; lo consiguió en unas emocionantes series finales donde estuvo más cerca que nunca de la gloria. Jugando junto al inefable Chamberlain, pusieron contra las cuerdas a los Boston Celtics, a los que llevaron hasta el séptimo partido.


Todo podía haber cambiado para la leyenda de Elgin si su compañero Frank Selvy hubiese embocado un tiro a tres metros del aro en el último suspiro del tiempo reglamentario. Pero no lo anotó. Y los Celtics hicieron valer el poder de su dinastía en el tiempo reglamentario para acabar ganando el partido (110-107) y con él un anillo que agudizo la imagen de príncipe de los perdedores que acumuló para sí Elgin (al final de su carrera, sus dos insignes compañeros púrpura habían matado ese dragón llamado sequía de anillos: West ganó uno y Chamberlain, dos).


Sea como fuere, Baylor perdurará en la memoria colectiva como un jugador valiente y terriblemente estético. Además de honesto. Cuando las rodillas le estaban haciendo la excelencia imposible, decidió retirarse. “Si no puedo jugar al nivel que lo he estado haciendo hasta ahora, prefiero dejarlo”. Ese nivel incluía menciones que hablan por sí solas: 11 veces all-star y MVP en dos ocasiones del partido de las estrellas. También su inclusión en la lista de los 50 mejores jugadores de la historia que la NBA confeccionó en 1996. Es de justicia pues que los Lakers retiraran su camiseta número 22 dentro de su panteón de leyendas.


Tras su retirada de las canchas, Baylor se hizo entrenador y más tarde gestor. En concreto, con Los Angeles Clippers fue vicepresidente, cargó que ostentó hasta octubre de 2008 y por el que en 2006 fue elegido Ejecutivo del Año en la NBA. Nuevo destello que pone de relieve el talento múltiple de un hombre con el que el destino se puso farruco, pero al que la memoria colectiva de los aficionados nunca regateará un elogio como artista de la anotación y maestro de la versatilidad.