El sofá cama mágico como metáfora de una mediocridad

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Como sucede con las grandes pasiones de esta vida, el baloncesto muchas veces es una cuestión de vísceras. De sentimientos volcánicos explicados con el estómago y el corazón. En esa línea, se enmarca este artículo denuncia de Daniel Molina, merengue irredento, que relata en primera persona los problemas que ha traído para los aficionados merengues el traslado del Palacio de Vistalegre a la Caja Mágica. A partir de ese hilo argumental, Molina expresa su disgusto por lo que considera el deterioro de la sección blanca de baloncesto en los últimos lustros. Dani traza la faena con una genuina mezcla de ironía, inconformismo y humor, con lo que se convierte por derecho propio en el paladín de la sección de visceral, esa ventana abierta para que los fiebreadictos expresen sus pesares y filias de un modo inflamado pero también correcto.

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El sofá cama mágico como metáfora de una mediocridad

Daniel Molina

10.noviembre.2010

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La Caja Mágica, objeto de crítica de Daniel Molina por las pegas que su estructura tiene a la hora de disfrutar un partido de baloncesto. Fuente de foto: supervoley.es.

 

7 de Noviembre, año 2011,  jornada en la que testimonio los síntomas de cómo la sección de Baloncesto del Real Madrid va languideciendo lentamente. Lo que a continuación relato es mi experiencia como espectador en el partido ACB que enfrentó al Real Madrid contra el Lagun Aro en el ‘Madrid Arena’, pabellón municipal multifunción, ubicado en la Casa de Campo madrileña.


Llego en el descanso del partido después de pasar más de una hora atascado por las inmediaciones del Puente de Segovia, por obra y gracia del tráfico y los cortes en diferentes accesos por la Policía Municipal;  siempre “útil” y al buen servicio del ciudadano, no me cabe la menor duda.


Camino de entrada al recinto, compruebo que enfilan al mismo un buen número de aficionados, que parecían haber padecido percance parecido. Enseño los abonos, entro y echo una rápida mirada al lugar, que tiene un aspecto de pabellón universitario y  no está cubierto ni por medio aforo. Me dirijo a una persona que ejerce de acomodador y le enseño un mensaje de texto de móvil, recibido dos días antes, para que nos dirija a donde sentarnos.  “Lo siento, esto es así de cutre”, me dice.


Esta mudanza al ‘Arena’ era puntual, y es que, según se comunicó al abonado mediante carta, también solo dos días antes, sucederá hasta tres veces a lo largo de la temporada por compromisos concertados para nuestro actual recinto en fechas de partidos. Somos unos pobrecitos que dormimos en el sofá-cama del amigo de turno, y los fines de semana que tiene visita tenemos que buscar otro cobijo.


Enterrada en el olvido aquella lejana promesa de un pabellón propio (y digno de este club), en la Nueva Ciudad Deportiva, cambiamos sede esta temporada a la Caja Mágica (o Caja ‘Trágica’, como ya se la empieza a conocer) tras peregrinar unos años por la Plaza de Toros de Vistalegre, y previamente por el antiguo pabellón Raimundo Saporta, tras dejar el, literalmente, calcinado, Palacio de los Deportes.


La Caja ‘Trágica’ parece ser el modelo de recinto posiblemente menos apropiado para albergar un partido de baloncesto, donde el ambiente, el calor del graderío y el enlace entre afición y jugadores  deberían cobrar un peso importantísimo. Para más detalles, recomiendo leer este artículo.


Al parecer, este nuevo cambio obedecía a una cuestión económica, para ahorrar unos pocos dineros, ya que la cosa está mu malamente (aunque no para despilfarrar en otros menesteres), así como en pago de favor al alcalde de ansias faraónicas, Gallardón, para que su obra olímpica no le quedara tan huérfana.  Nomadismo impropio para el club de baloncesto más laureado de Europa, que durante mucho tiempo portó su nombre legendario con honor a su historia, cuando los hados del fútbol no eran tan condescendientes.


Más detalles de la estructura organizativa: con la temporada iniciada, los abonados aún no teníamos noticias de nuestros carnets, ni se nos daba información concisa de la situación de las nuevas localidades. Dos días antes del partido,  algunos –no todos- lo recibieron vía mensajero.


A todo esto, añadir la losa del mediocre balance deportivo de los últimos tres lustros, durante los cuales no se ha sido más que una mera comparsa en la máxima competición continental, además de sufrir para conseguir un puñado de ligas domésticas. Eso por no señalar la incapacidad blanca de los últimos veranos para firmar un jugador que marque realmente diferencias (circunstancia que se repite desde el ya lejano fichaje de Bodiroga, en el año 96).


¿Y qué decir sobre la estructura de las categorías inferiores, con esos equipos base que desparecen y aparecen de un día para otro? El galimatías aquí es tal, que no creo que ni los que trabajan dentro puedan explicarlo con claridad.


Me indigna que personas que probablemente ni sepan quienes eran mitos como Emiliano, Brabender o Corbalán, por poner tres simples ejemplos, gestionen de manera chapucera y lamentable una sección deportiva que llegó a ser gloriosa y de la que no se sabe a dónde va, aunque algunos creen hacia una desaparición silenciosa.


¿Y lo van a perpetrar ante nuestros ojos? Madridistas, no lo permitamos.