El paraíso

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Para algunos aficionados al baloncesto ver un partido de baloncesto es un planazo. Si encima se comparte ese momento con la que persona que más nos motiva, divierte y complementa la mecha de la pasión está encendida. Sobre esas claves, funciona el décimo relato que ha elaborado el escritor gerundense Josep Pastells para Fiebre Baloncesto. Si te gusta el baloncesto y siempre tuviste una opinión personal sobre el paraíso, éste es tu relato. Un monólogo interior en el que encontrarás lúcidas reflexiones sobre qué es la felicidad y cómo cultivarla. Máxime si te apasiona el deporte de la canasta.

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El paraíso

Josep Pastells

20.diciembre.2010

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Si hablamos en puridad del binomio formado por baloncesto y felicidad, poca gente puede haber estado tan cerca de saborearlo como MJ Jordan cuando ganó alguno de sus seis anillos. Fuente de foto: secciondeportiva.com


A nuestro lado, Adán y Eva serían unos principiantes. Hablo de Rita y de mí, claro, de Rita y Augusto, como nos conocen todos en el barrio. Víctor y Fran me envidian. Los otros tres compañeros de pachanga también me envidian. No importa que sea el más gordo, ni quizá el más feo. Tengo a Rita, Y ella me tiene a mí, claro. Ya sé que el verbo tener no es el más adecuado, que hay que huir como la peste de las actitudes posesivas, pero lo que quiero decir es que contamos el uno con el otro, que nos queremos a muerte, que hemos llegado a un punto en el que, sin mayores problemas, podríamos protagonizar una de las mejores historias de amor que se han escrito.

 

¿Exagero? Creo que no. Poneos en mi piel. Toda la vida sintiendo que nadie me quiere, que mi único amor auténtico es el baloncesto, y de repente aparece Rita, una criatura habladora y emocional que igual que yo siente un deseo irrefrenable de comer a todas horas, que me apoya en todo y para todo, que disfruta hablando de rebotes y asistencias, que me acompaña frente al televisor cada vez que juegan los Lakers, que cada vez que me ve vestido de corto con el balón en la mano me lanza piropos que me obligan a enrojecer…



Desde que vivo con ella, me siento como el primer hombre en el fabuloso Jardín del Edén, con la diferencia que en casa no hay ninguna serpiente, que a ninguno de los dos nos gustan las manzanas, que ni ella ni yo hemos pensado en ningún momento que tengamos formas distintas de entender el mundo, la vida y la convivencia en pareja. ¡A Rita le gusta el baloncesto!, ¿no os parece extraordinario? Le gusta el baloncesto y le gusto yo, algo aún más increíble.

 

Lo nuestro no es ninguna guerra de sexos, es un entendimiento casi absoluto basado en la admiración mutua y en nuestra devoción por el deporte de la canasta. Respiramos baloncesto, vivimos baloncesto, somos baloncesto. Hay quien, al vernos (sobre todo a mí, que desde hace un tiempo me he olvidado de la dieta) pensará que también parecemos balones de baloncesto. No digo que no. ¿Y qué? Botamos, rodamos, volamos… El paraíso, ya os digo.