El octavo pasajero

Día de extraño de destino común para Montakit Fuenlabrada y UCAM Murcia, que celebraron victoria y derrota al unísono gracias a su clasificación para playoff.

El octavo pasajero
Theobald Philips

Meme perpetrado por Theobald Philips

Meme perpetrado por Theobald Philips

Después de una larga travesía a lo largo de treinta y tres largas jornadas de más años-luz que sombras, la nave llegó a su destino regular poniéndose a orbitar alrededor del último y definitivo partido. Con un chasquido, los sistemas recuperaron su energía y la redirigieron hacia las cabinas de soporte vital donde la tripulación, en las dos últimas jornadas, había echado a hibernar su espíritu competitivo. Lentamente, desorientados y con nervios, los cosmonautas naranjas trataron de recuperar ese pulso que les permitiera conseguir finalizar con éxito la misión comprobando, en sus propias carnes, que retomar la química de juego no es tan fácil como el encender y apagar una luz y que, aunque estaban muy cerca de su objetivo, el alcanzarlo no iba a ser nada fácil. Con los comandantes Tabu, Popovic y Paunic con la vista nublada por el sueño estelar, y con el soldado Sobin superado por la altura de las circunstancias, apenas diez minutos después de que los tripulantes abandonaran su cámaras de hibernación la nave estuvo a punto de zozobrar, manteniendo a duras penas la trayectoria correcta ante una lluvia de meteoritos pimentoneros que amenazaba con resquebrajar en cualquier momento el fuselaje.

En tales circunstancias, fue el subteniente Urtasun el primero que consiguió recuperar algo de su tono habitual, tomando los mandos de la nave y estabilizando su órbita con la inestimable ayuda del jefe de máquinas Stevic que, con su pericia y dureza, logró sellar algunas fugas de rebote y conceder la ventaja necesaria a los viajeros espaciales para acometer por fin el descenso hacia el inhóspito planeta. Sin embargo, aquel pequeño respiro no duró mucho. La misión de trasbordo de destinos no fue por los derroteros que se esperaban y, al tiempo que el mecánico serbio se veía obligado a volver al módulo por un inesperado tropezón con una piedra lunar, un extraño pulpo cordobés se agarró a la cara del astronauta fuenlabreño haciéndole caer en un coma profundo. El monstruo, ante el horror de los compañeros de la nave, introdujo una semilla de triples y asistencias en las entrañas locales, haciendo que se desangrase hasta perder dieciséis litros de sangre. Nada podían hacer los sorprendidos viajeros, pues cada vez que intentaban cazar a la bestia esta les alejaba con su actividad frenética, sorbiéndole la vida en una orgía de errores y fallos.

Los astronautas ponían todo su empeño, pero sus intentos de acabar con el alien eran infructuosos. Les mataba sin siquiera ver por dónde atacaba y, en los pocos momentos en los que, por fin, conseguían repeler el mortífero ataque, el aguerrido tripulante resbalaba, perdía su arma o marraba el disparo, permitiendo al intruso que se recompusiera y mantuviera su ventaja. En un último esfuerzo, aprovechando un ligero despiste de novato, la incansable brega del mecánico Stevic pareció que acorralaba a la bestia en la zona de máquinas, pero esta terminó sacando su maléfica inteligencia y, con dos golpes lejanos de su mandíbula retráctil, acabó liquidando al enemigo inmisericordemente.

Ya parecía no quedar esperanza alguna para los expedicionarios mientras el visitante celebraba su victoria. Arrastrándose cariacontecidos entraron en la cápsula de salvamento de los móviles, lanzando una señal de socorro al espacio que, recogida por una nave rojilla, se tradujo en una inesperada Gran Noche. El octavo pasajero se aupó al cajón del éxito, al cajón de Sastre.