El niño de Spielberg es del Madrid

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¿En qué se parece una película a Spielberg al que puede que sea el mejor Real Madrid de baloncesto de la historia? ¿Se aprende más de las derrota o de las victorias? ¿Hasta qué puntos unos insultos coreados por la masa son una muestra más o menos inconsciente de admiración? Algunas posibles respuestas a esas preguntas, en esta crónica doble del pase del Madrid de baloncesto a la Final Four (83-69) y la primera derrota en liga del equipo blanco ante el Valencia Basket (105-110).

El niño de Spielberg es del Madrid

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Pedro Fernaud

19.octubre.2013

 

Es viernes por la tarde. Madrid está a tope de gente con ganas de curarse los rasguños de la semana laboral, tanto que uno de nuestros colegas piensa que el atasco que se organiza en las inmediaciones del Palacio se parece demasiado al fin del mundo sugerido en WalkingDead. El baloncesto, por otra parte, también es quedar con los colegas de toda la vida y saborear una generosa ración de bravas mientras te cuentan cómo les va el trabajo más difícil y gratificante de sus vidas: ser padre; prepararse para serlo cuando sabes que te toca cuidar de unas mellizas en camino.


El partido frente al Olympiacos empieza con el Palacio lleno hasta la bandera. Literal. Ahí arriba no se debe ver un carajo, pero que te quiten la satisfacción de estar presente en el pabellón justo el día en que tu equipo se juega el pasaporte de la gloria europea en casa. Las enseñas que consignan que el Madrid de baloncesto ha ganado 8 Copas de Europa y 31 ligas hace tiempo que dejaron de ser material para la nostalgia. El imperio blanco ha ilusionado a la parroquia y recuperado parte importante de su prestigio en las tres últimas temporadas; hoy estamos en uno de esos días que marcan la diferencia entre un magnífico equipo y uno que se hace un hueco en la memoria colectiva.


Resumen de la serie ante los griegos. Dos victorias relativamente fluidas en casa; dos espejos deformados en Grecia de las pesadillas del Laso Team: lagunas de concentración en los momentos clave (los tiros libres son el termómetro de las constantes del equilibrio emocional de un equipo), músculo competitivo del ejército ateniense, ambiente infernal y un pilotaje arbitral que hasta el mismo Zeus le provoca cierto sonrojo. Pero las audiencias son las audiencias y el carácter de los vigentes campeones de Europa es un tratado que toda leyenda requiere si queremos escribir épica en este deporte.


El partido se desarrolla con un guión bastante predecible para los amantes del cine de Steven Spielberg. El Madrid despliega su mejor galería de efectos especiales. Con un jugador que juega como un avión a la cabeza: Sergio Llull. El Palacio está abarrotado y el Jordan de Menorca las mete de todos los colores: bombitas a media distancia, entradas hasta la cocina con rectificado en el aire y triples con nieve, que parece que vuelvan a ser habituales después de la victoria triplista que el base escolta firmó en la pasada Copa del Rey.


Sergio Lllull,el Michael Jordan menorquín, fue actor protagonista en la victoria del Real Madrid en los disputados cuartos de final ante el Olympiacos.


En ese momento, descubrimos al protagonista de la película. Tendrá siete u ocho años. El flequillo de un pequeño Beatles y unas gafas que recibirían la aprobación del señor Potter. Su madre es una mujer joven y guapa que lo estrecha contra sí, como para grabar mejor uno de esos recuerdos que luego se recuerdan con cariño en el álbum familiar. Al lado suyo está su padre: camisa de leñador, porte atlético y el tono didáctico de todo progenitor que ama este deporte. Tanto como para dejar una escena imborrable, cuando su hijo se mimetiza con él y piden a dúo una técnica para Spanoulis. Y la técnica cae. Los dioses, ya se sabe, no visten la misma camiseta en todos los sitios.


A eso agreguemos una defensa con actitud y acierto, una buena circulación de balón y algunos destellos del resto de la tropa; unos quiebros ganadores de Rudy por ahí, un rebote furioso de Bourousis por aquí…


El Olympiacos parece desteñido. Pero no es fácil jugar sin el soplido de los dioses y los yogures de los árbitros de tu parte. Aun así, el equipo demuestra por qué ha ganado las dos Euroligas y por qué viste con los mismos colores que el Atlético de Simeone: su rugosidad competitiva se percibe en algunos robos en defensa y en varios triples con poco ángulo. Por momentos, se acerca. Lo hace de la mano de Spanoulis, que aparenta 38 años pero es de la quinta de Naranjito y engaña con su pinta de carpintero rudo de Larissa. Cuando te confías, cuando piensas que su espalda bien podría ser uno de los tablones de madera con los que trabaja, te la está liando. Canasta y tiro libre. Da igual que tres mastines blancos vayan detrás de él para neutralizarle.


Claro que con tanta sobrevigilancia, el druida barbudo se las apaña para ponérselo fácil a su compañero Bryant Dunston, que se va hasta los 21 puntos y 32 de valoración (con 9 rebotes y 4 asistencias) con fascinante facilidad. De todos modos, quizá Spielberg no esté del todo contento. La historia no tiene contrapuntos narrativos. Es un círculo  de fluidez. El Chacho se suma a la fiesta en la segunda mitad (19 puntos, 4 rebotes), Rudy redondea su acierto anotador y Felipe demuestra por qué es el Carpanta de los rebotes. Todo es felicidad líquida. El niño se abraza a sus padres (ha acabado enroscado en los brazos de leñador de su padre) y la vida se parece a esa máxima del coronel : “me encanta que los planes salgan bien”.


Pero ya se sabe, amigos, que la vida, en realidad, es una entrega por capítulos. Y, como bien sabe el padre de Tiburón y ET, todo guión, toda historia en realidad, es una sucesión de situaciones favorables y adversas. Como la vida misma, donde creces más y mejor cuando las adversidades se cruzan en el camino. Algo que a veces se nos olvida cuando seguimos el rastro de trasatlánticos del triunfo como este Madrid. No obstante, en dos semanas el equipo blanco ha perdido tres de seis partidos de la temporada. Y seguramente haya aprendido más de esos trances que en el (aparente) camino de algodón previo.


Sostiene mi amigo David que si el Madrid actual es tan bueno es porque la mayoría de sus jugadores y su propio entrenador han sufrido bastante para llegar hasta donde están, incluidas buenas raciones de desconfianza y ninguneo. Pues bien, este domingo comprobamos de qué materia está hecha esa resiliencia. El niño de Spielberg vino en esta ocasión solo con su padre. El ambiente era festivo como el día de un bautizo. Incluso, las animadoras contaron con un par de actuaciones de refresco, cortesía de sus émulas adolescentes.


Detalles menores que nos descentraron un tanto de la progresión de la segunda entrega de esta película. Enfrente, estaba un equipo con trazas de único: el mejor segundo clasificado de la historia de las ligas regulares de la ACB (el primero ya se pueden imaginar cuál es): el Valencia Basket, ese equipo que hace del baloncesto coral un arte, rico en variantes tácticas, con el coronel Doelman (19 de valoración en este partido) al frente.


El Coronel Doelman lideró a sus tropas para asaltar el (hasta este domingo) inexpugnable Palacio de los Deportes


Pues bien, el escuadrón de Perasovicnoqueó este domingo en varias ocasiones al Madrid, que estaba todavía demasiado entregado al perfumen de la noche del viernes.  Varios parciales dan cuenta de la voracidad taronja (5-14, en el arranque de partido, 56-71, en el corazón del tercer cuarto ) y una demostración de talento colectivo (hasta siete de sus jugadores se fueron por encima de los 10 puntos, con Sato (17) a la cabeza).


El equipo del excelente entrenador croata (para el que el baloncesto sólo es entendible como  una religión) nos enseñó una de las debilidades del campeón de la Copa del Rey: la defensa presionante en toda la pista. Tanto como para tumbar al cuadro blando hasta tres o cuatros veces. Hubo a quien le dio por recelar de Mirotic (que parece preso de la astenia primaveral) o de Laso, que a pesar de sus logros parece ser el sospechoso favorito de la afición cuando las cosas se tuercen un poco. La actuación arbitral tampoco ayudó, con una nueva demostración de afán de protagonismo de Daniel Hierrezuelo (otro del club de Luigi Lamonica. Árbitros que a veces no entienden un partido sin acaparar los odios de la gente), con técnicas a Reyes y Rudy.


Sea como fuere, el Madrid tuvo arrestos para levantarse, dejar de lloriquear (los árbitros a veces son elementos que juegan en contra) y concluir con dignidad el partido, gracias a la buena dirección de Sergio Rodríguez y el orgullo del Michael Jordan menorquín, empeñado en convertir el 2014 en el mejor año de su trayectoria profesional; más  algunos destellos de Rudy y la defensa de Darden, que fue fundamental en el vértice del triángulo defensivo de la defensa zonal 3-2 con la que el Madrid maquilló el marcador (recuperando el basketaverage: 105-110) dejando así en sus aficionados la impresión de ser un equipo con enorme orgullo y nervio competitivo, materiales que se antojan imprescindibles para terminar con buen aroma la película. Con una menciónl muy especial para este Valencia Basket de época, que ha infringido la primera derrota de la temporada al Madrid en su propio feudo. #Respeto. #Admiración.


Por el camino, el niño madrileño del maestro Spielberg comprendió y digirió (aunque un par de berrinches le costara la lección) que en la vida también hay que saber perder…Sólo se de esa manera se puede encontrar luego el siguiente escalón, que puede conducirte a la victoria definitiva…