El Barça, Brad Pitt y la teoría de la predestinación

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Indagamos en los lujos del imperio blaugrana con unas irreverencias de peluche. Conoce las claves principales del segundo triunfo blaugrana en semifinales, victoria que les hace recuperar el factor cancha que habían perdido en el segundo partido en el Palau Blaugrana.

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El Barça, Brad Pitt y la teoría de la predestinación

Pedro Fernaud

31.mayo.2012

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Solistas capaces de aplaudir el acierto ajeno, violinistas con trajes de albañil, ahí descansa buena parte de la alquimia blaugrana. Fuente de foto: ACB Media



El Barcelona tiene todo lo que una aldea ecológica desearía. Violinistas de primer orden (Navarro, Lorbek), atletas con sentido de la productividad (Ndong), bandidos de guante blanco (Wallace, Ingles) y tipos con la cara quemada de tanto trabajar que hacen del espíritu un manual para la victoria (Sada, Rabaseda).

Algo así pensamos viendo el tercer partido de la serie que enfrenta a los blaugranas con los taronjas. El Valencia está haciendo una serie más que digna, pero cuando uno juega contra el Barça, se imagina lo que podía sentir el primo de Brad Pitt cuando salía con su familiar guaperas a primeros de los 80.

Por muy divertido que seas, por muy misterioso que te creas, todo ese magnetismo es una bagatela al lado del talento seductor de gente que ha nacido para gustar. Levantarle una chica al bueno de Brad era una labor muy parecida a la que intenta estos días el equipo de Perasovic.

Podía impresionar a esa estudiante de literatura con tus conocimientos de poesía maldita (leáse la redención de Maese Faverani, el talentoso que hizo cenizas al infierno, que otra vez agarró la pelota como una mandarina, este vez para machacar el aro, así hasta contabilizar 14 puntos y 4 rebotes en este miércoles), podías impresionar a la pelirroja del fondo de la barra con una demostración de ingesta de chupitos (leáse la elegancia anotadora de Nando de Colo, autor de 13 puntos en el primer round de la Fonteta), pero a la hora de la verdad, lo que importa es una rara combinación de talento, aplomo e instinto.

Este Barça, además, es una engrasada máquina que preserva el honor de su cabaña (aro), a través de una defensa tan sincronizada como insaciable, que nos provoca una extraña mezcla de tedio y reconocimiento. Con eso, y unas versiones ofensivas de 8’2 por parte de Navarro y Ndong (más un siete del amigo Marcelinho, que nunca se ha ido del todo) les bastó a los blaugranas para volver a ponerse al comando de las semifinales, lo que equivale a decir que de nuevo Brad duplicó el número de damas cortejadas en el pajar en aquel verano del 82, cuando por aquí la gente vivía la otra crisis, la de la impotencia futbolera.  

Esa paradoja nos recuerda que a cada noticia mala (con el Barça casi todos los equipos parecen una vulgaridad y esa sensación nos buena para alimentar el interés por la liga), le sigue una buena (Navarro se ha dejado un look a lo Robin Hood que pega con sus fintas refrescantes, que producen ilusión con vistas a Londres, aunque la maldita planta del pie le siga haciendo ver las estrellas…). La vieja tensión de los opuestos que mueve el mundo, que nos diría el filósofo.

 



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