Dimitris Diamantidis: cómo domesticar tiempo y aciertos a favor de los tuyos

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La final de la Euroliga estuvo a la altura de las expectativas y deparó un sofisticado ejercicio de estrategia, firmado por Zejko Obradovic, que ya suma ocho Copas de Europa, el mismo número de triunfos que el Real Madrid, el equipo con más triunfos en la competición más importante que se disputa allende la NBA. El Panathinaikos ganó al Maccabi (70-78) porque moduló con más recursos y más inteligencia el talento de sus jugadores. El choque despegó con un emotivo intercambio de golpes.

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Dimitris Diamantidis: cómo domesticar tiempo y aciertos a favor de los tuyos

Pedro Fernaud

9.mayo.2011

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Dimitris Diamantidis guió al ‘Pana’ hasta su sexto entorchado continental, gracias a su destreza defensiva y su facilidad para domesticar el tiempo (y el acierto, tanto anotando como asistiendo) a favor de su equipo. Fuente de foto: wallpapers5.com


En esos primeros compases, Chuck Eidson demostró recursos y elegancia en todo en el frente de ataque. El jugador norteamericano es una suerte de Steve McQeen  del baloncesto ofensivo. Convierte las acciones más complicadas en un ejercicio de estética y produce la impresión de que el baloncesto es un juego fluyente. Lástima que no sea capaz de dejar de mascar chicle mientras juega. Nadie es perfecto. Algún detalle de Pargo y Pnini completaron la batería de argumentos iniciales de los israelíes.

 

Por su parte, el Panathinaikos no se amedrentó en ningún compás y demostró las claves sobre las que iba a edificar su triunfo. Una malla de tapones en defensa, donde Scorchasantis tuvo parejas de baile más ágiles y motivados que él: Vougiokas y Tsarsaris. Ambos cumplieron con nota, negando la comida (balones cómodos en el poste bajo) al gigantón heleno. Por eso también ganó la final esa manada de competitivos llamada ‘Los Salvajes de Zejko’; por el factor psicológico.

 

El técnico serbio es un encantador de mentes. Sería capaz de convencer, un suponer, a Alfredo Landa para que hiciera de galán otoñal en una película estadounidense. Y a quién no le gusta probar nuevos roles si un hombre de éxito cree en él. El Maccabi compitió con dignidad hasta el final, que es lo mínimo que se le debe pedir a un equipo grande para que merezca esa etiqueta. A los hebreos nunca les faltó actitud en defensa.

 

Su problema singular fue su incapacidad para anotar con consistencia cerca del aro (17 de 43). Pargo jugó con el motor revolucionado. Otro mérito más que adjudicar a Dimitris Diamantidis. El prodigio heleno gestionó el ritmo del partido con la clarividencia de un ajedrecista que acostumbra a tomar la decisión más brillante para su colectivo. Manejo a su antojo el ritmo del partido; anotó con frecuencia (16 puntos) y asistió con el entusiasmo de un hacedor de redes de anotación (9 pases ganadores).

 

A sus 30 años, Dimitris demuestra que la madurez también se puede ligar con el éxito si te quedas a vivir en la ciudad que te vio crecer, en un equipo que te venera como un Dios, con una plantilla bastante compensada y con un entrenador que es lo más parecido que hay a un demirugo en el baloncesto europeo. Hay que creer mucho en uno mismo (y en tus jugadores) para dosificar a  Mike Batiste (18 puntos y 6 rebotes) y Drew Nicholas (14 puntos) y trazar un plan en el que entren en el juego de forma ralentizada y progresiva, hasta erigirse en factores claves de tu triunfo. Enhorabuena, pasionales.

 



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