Despertando a la bestia: Reggie Miller […]

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Decíamos en la primera parte de esta retrospectiva que Mark Jackson había presenciado un milagro sobre el Madison Square Garden, y que tal milagro aconteció el 7 de Mayo de 1995. Pongámonos en antecedentes antes de sumergirnos de lleno en un momento inolvidable dentro de la rica historia de la NBA.

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Despertando a la bestia: Reggie Miller vs The New York Knicks. Parte II

Juan Luis Barbero

25.septiembre.2012

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El asesino del Garden ataca de nuevo. Fuente: NBA.com


Pese a las exhibiciones de Miller, lo cierto es que fueron los Knicks quienes jugaron las finales de 1994 (llevando a los Rockets de un imparable Olajuwon al límite, para acabar cediendo en el séptimo partido). Y cuando los Pacers volvieron a la Gran Manzana para jugar con los Bockers las semifinales de conferencia, todos los fans del Madison se encargaron de recordar tal hecho a su más odiado y temido rival. Spike Lee en cambio andaba más comedido de lo habitual, sentado en su butaca a pie de pista. El cineasta no quería desatar de nuevo la bestia…

Pero ya no serían necesarias las provocaciones, había algo en la grandeza del Garden que atraía a Miller, como lo había hecho con otros grandes jugadores en el pasado y lo haría en el futuro. Con los Pacers 105-99 abajo a falta de 18.7 segundos nadie creía en la remontada. Donnie Walsh, GM de los de Indiana, llega a abandonar la grada para encerrarse en las entrañas del Madison, cabreado y pensando ya en el segundo partido de la serie. Cuando llamaron a la puerta del cuarto en el que Walsh trataba de contener su cabreo y le contaron lo que había sucedido en esos segundos, la incredulidad superó a la alegría en los instantes iniciales.

El partido de Reggie había sido francamente irregular. Con 23 puntos anotados por su escolta (en una muy mejorable serie de 5/16 en tiros de campo, viviendo de los tiros libres), el equipo de Larry Brown se agarra al gran trabajo del pívot Rick Smits. Nada resulta suficiente y el coach («nadie, ni yo mismo, confiaba en lograr la victoria») decide pedir un tiempo con esos famosos 18.7 segundos con jugarse, sin ninguna esperanza de dar la vuelta al duelo. Tan solo un miembro del equipo creía en el milagro… Y con él sería más que suficiente.

Los Pacers atacan tras tiempo muerto y Reggie se eleva para anotar un triple que pone al equipo a 3 puntos. Los Knicks sacan de fondo, y Mason trata de hacer llegar el balón a Greg Anthony. El propio Miller reconocería años después (durante su ceremonia de ingreso en el Hall Of Fame, hace escasas semanas) que quizás hubo falta en la acción, pero lo cierto es que Anthony acabó tropezando, y el balón cayó en manos del #31 rival. La sangre fría necesaria para recepcionar la bola, girarse en busca de la línea de 3 puntos, elevarse y clavar la daga letal en el alma de los Knicks solo podría hallarse en las venas de un clutch player del calibre de The Killer, confirmado desde aquel instante como uno de los elementos más peligrosos en la historia de la jungla de los playoffs.

Los triplazos de Miller devastan la moral de los Knicks, personificados en un Starks hundido y fuera del partido, que falla dos tiros libres para volver a poner arriba a los Bockers. El rebote ofensivo del segundo tiro cae en manos de Ewing y, tras el nuevo error del center jamaicano, el demonio llegado de Indianápolis se hace con la pelota naranja, para recibir de inmediato la falta de un Starks enloquecido y totalmente superado por los acontecimientos.

Los espectadores del Garden, Pat Riley, Larry Brown, los jugadores de Knicks y Pacers… Todo el mundo andaba asimilando lo ocurrido en esos escasos segundos mientras Reggie enfilaba el camino hacia la línea de libres para cobrarse la penalización por la falta recibida. El gran baile de las eliminatorias por el anillo, la capital del mundo, partido empatado: un momento de insoportable presión para la mayoría de los mortales, música para los oídos de Miller.

Tiros convertidos con pulcritud y los Pacers arriba 105-107. Los Knicks, incapaces de sobrellevar el milagro de los 8 puntos anotados por el tirador rival en 9 segundos, acabarían fallando en un desatroso último ataque para perder de manera surrealista un partido perfectamente atado. Una actuación alucinante, perfectamente ilustrada por las palabras de Pat Riley (coach de aquel equipo neoyorquino y que había capitaneado años antes a los Lakers del Showtime). El hombre que había dirigido a genios como Magic Johnson, Kareem Abdul Jabbar o James Worthy afirmó tras aquel Instant Classic no haber presenciado nunca nada como el huracán invocado por Reggie Miller ese día de Mayo del 95.

Ahora nos resultará a todos más sencillo entender ese podio de escoltas de Mark Jackson, con Jordan, Bryant y Reggie en los primeros escalones. Tal es la grandeza de el asesino sin anillo, tormento de los Knickerbockers.


 



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