Chispazos de genialidad y la coordinación de una defensa hambrienta

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Dice Ettore Messina que a veces se preocupa cuando ve que sus jugadores no leen si quiera un diario. Y, a la inversa, que se alegra mucho cuando les ve enfrascados en la lectura de un libro, porque ese es un indicativo de que emplean bien su cabeza. En la vida, como en el deporte, marca la diferencia tu criterio para emprender tus propias decisiones y comprender el marco en el que te desenvuelves. Así pues, el tío Ettore quiere que sus pupilos afinen una herramienta llamada pensamiento. No sabemos si Sergio Rodríguez es aficionado a la lectura. Lo que sí sabemos es que lo que más pena le dio de dejar Estados Unidos es no seguir hablando ese inglés que tanto había perfeccionado durante las cuatro temporadas que estuvo allí. Esto es, estamos hablando de una mente inquieta que, llegado el momento clave del partido ante la Virtus, tocó corneta de combate para espolear a sus compañeros.

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Chispazos de genialidad y la coordinación de una defensa hambrienta

Pedro Fernaud

5.noviembre.2010

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Sergio Rodíguez fue actor principal en la victoria del Madrid en Roma con sus 7 asistencias, 5 rebotes y 9 puntos en 35 minutos de fluidez hecha inventiva.

 

Antes de que llegara ese tiempo muerto, el partido despegó conforme al guión preestablecido. La Virtus de Roma, líder del grupo B hasta esta tercera jornada, cogió la iniciativa del marcador. Los hinchas romanos, no muy abundantes pero sí muy animosos, se las prometían bien felices. Pero algo cambió. De repente, cuajaron todas las horas de entrenamiento de pretemporada, toda la matraca del tío Ettore sobre automatismos en la retaguardia, de moverse como una unidad, de no perder la concentración y atacar la primera línea de pase. Todo empezó a salir  a chorro como consecuencia del tiempo y la energía invertida.

 

La epifanía tuvo varios brazos ejecutores principales. La defensa en tres cuartos de Felipe, los movimientos en diversas facetas de la retaguardia Garbajosa, la energía pujante de Llull o la punta de estrella presionante que a veces ejercía Sergio Rodríguez. Cuando se quisieron dar cuenta, los romanos tuvieron que recular. De pronto, las canastas iniciales de Nihad Djedovic parecían un espejismo. Y hubo tiempo muerto.

 

Ettore Messina empezó a dar las consignas. Y de repente fue interrumpido. Sergio Rodríguez tomó la palabra. El chacho fue claro: “Es el momento, tenemos que atacarlos”. Ettore le dio la razón y continuó su disertación. Fue un momento de liderazgo de un chico que, aunque parezca ya un ‘viejo’ por sus experiencias, tiene 24 años. Un chispazo de personalidad que luego encontró prolongación en el campo.

 

El Chacho dio una lección de bote; con capítulos enteros dedicados a los cambios de ritmo, el bloqueo y la continuación y…La defensa. Sin ser ésta su fuerte, el base tinerfeño sigue progresando en esa faceta. En el cómputo global, Rodríguez dio 7 asistencias, cogió 7 rebotes y anotó 9 puntos, incluido un triple muy plástico en el corazón del tercer cuarto.

 

El equipo blanco hizo quizá el partido más completo de la temporada. Y fue precisamente gracias a su espíritu. La gente que viaja con ellos, como Carlos Sánchez Blas, redactor de Fiebre Baloncesto, subraya la unidad que se respira en el equipo. El buen ambiente de un grupo de talentosos que poco a poco van afinando su juego en la cancha. Y también su capacidad competitiva.

 

Entre las buenas noticias que dejó el partido figuraron los buenos minutos ofrecidos por Nole Veliclovic, autor de 8 puntos y alguna jugada meritoria en el poste bajo, donde Ante Tomic volvió a reivindicar su talento para contabilizar 12 puntos, 7 rebotes y tres asistencias. Carlos Suárez también estuvo muy dinámico, aunque no tan productivo como en otras ocasiones. Él y D’Or Fisher fueron los socios preferentes de Sergio.

 

El caso es que el partido de este jueves fue una perfecta síntesis de los postulados ‘Messina’: en defensa mucho corazón, conjugado con concentración para conseguir opciones cómodas de contrataque. Y si toca jugar en estático, posesiones muy matizadas, con los jugadores en una dinámica de pases y movimientos de balón para obtener posiciones cómodas de tiro, donde Clay Tucker y Felipe Reyes marcan tendencias.

 

Cuando la Virtus se quiso dar cuenta, el partido se había convertido en el Kilimanjaro para ellos, con treinta puntos abajo, padeciendo los contraataques de Mister Llull y unos cuantos de sus tiros sin tocar aro, faceta en la que Vladimir Dasic, viejo conocido de la casa blanca, mostró una especial habilidad…Sea como fuere, el partido entró en una fase tan plácida que los aficionados contemplaron una epifanía: Messina riendo.

 

Los más observadores del lugar afirman que no recuerdan una escena parecida en el tiempo que el técnico de Catania lleva como técnico del Madrid. Lo que es un estupendo indicativo de la balsa de aceite en la que se convirtió el encuentro.

 

Hubo tiempo, en suma, para que jugaran los doce jugadores merengues convocados y para que a la Virtus le diese un pequeño cargo de conciencia por su flojo rendimiento, personificado por Ali Traore, que anotó buena parte de sus 12 puntos en el tramo final del choque, en una operación de maquillaje (del marcador, se entiende) que hubiese generado la envidia de la mismísima Megan Fox.

 

Así pues, partido platónico para el Real Madrid, que tal y como vaticinó su técnico a principios de temporada, tendrá tendencia a picos y valles en su rendimiento; lo normal cuando cubres tu empresa de cachorros, con talento pero joveznos que todavía tienen que intimar con una señorita llamada ‘Regularidad’.