‘Chicho’ Sibilio: la naturalidad hecha triple

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Algunos deportistas quedan grabados en la memoria colectiva de un modo inexplicable para los más cartesianos. No son exactamente los mejores. Tampoco un compendio de virtudes. Distan de ser modélicos. Pero irradian carisma. Y el recuerdo que conservas de ellos indica que estás pensando en alguien con mucha clase. Alguien que hacía de su deporte un arte. Gente como Kevin Swantz, ‘Mágico’ González o Goran Ivanisevic por citar a tres carismáticos de deportes tan dispares entre sí como el motociclismo, el fútbol o el tenis. A esa estirpe pertenece un gigantón (2’00 metros) dominicano llamado Cándido Antonio Sibilio Hughes. ‘Chicho’ Sibilio para la historia del baloncesto nacional. Un anotador de pura cepa, un tipo que ganó 5 ligas, 8 copas del Rey, 2 Recopas de Europa de Baloncesto y 1 Copa Korac durante sus increíbles 13 años en el Barça. Luego tuvo ocasión de seguir mostrando su excelencia en el entonces Taugrés de Vitoria, hoy Caja Laboral, durante cuatro temporadas. Conoce mejor al señor del triple.

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‘Chicho’ Sibilio: la naturalidad hecha triple

Pedro Fernaud

 

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Chicho Sibilio maravilló a dos generaciones de aficionados españoles con su facilidad

para el triple y el baloncesto ofensivo. Fuente de foto: Wikimedia Commons.

 

Llega un momento en la vida en la que no apetece seguir pegándote trastazos contra elementos que no dependen de ti. Llegados a ese punto, lo mejor es escuchar un poco a tu alma y aparcar tu existencia en un lugar donde las cosas funcionen de un modo plácido y natural. Con esa mentalidad vive hoy día  ‘Chicho’ Sibilio, aquel ‘asesino silencioso’ que hacía del lanzamiento de larga distancia un asunto (positivamente) predecible. Sibilio (San Cristóbal, República Dominicana, 1958) ha vuelto a sus raíces y vive en la tranquilidad de su tierra natal, alejado de la mayor parte de las cosas.

 

Cómodo con su vida de casi ermitaño. Cultivando la granja que tiene allí y tutelando una escuela de baloncesto que creó para estimular el desarrollo de los jóvenes baloncestistas de su tierra natal. La felicidad en la vida se resume para este mito viviente en el que le dejen tranquilo en una de las playas de su hermoso país. Cobijado bajo una de sus palmeras, ‘Chicho’ está en paz. A veces, incluso, reconoce que se sorprende riendo, evocando los buenos tiempos en los que trazó hazañas con la selección, el Barça (el club de su vida) o el Tau.

 

Para que todo eso pasara, llamó la atención de los técnicos blaugranas con sólo 17 años. A esa edad, se instaló en la Ciudad Condal. Desde el principio, trabó una amistad especial con otro de los grandes de nuestro deporte: ‘Largarto’ Juancho de la Cruz. Y no tardó mucho en despuntar en el primer equipo del Barcelona.

 

Sibilio era un adelantado a su época. Un tipo terriblemente coordinado para su altura (2’00 metros), cuyas manos estaban superpobladas de terminaciones nerviosas que hacían más mucho más fácil encontrar el premio de la cesta. En la primera parte de su carrera, todavía no estaba implantada la línea de triple en el planeta FIBA. Cuando se instauró, nuestro protagonista hizo gala de su extraordinaria puntería, que queda de relieve con el 45% de acierto en tiros de 3 que acumuló a lo largo de su carrera deportiva. La dimensión de su facilidad anotadora no termina ahí.

 

En el conjunto de sus 13 años como blaugrana promedió 18’8 puntos por choque. Una barbaridad, con el añadido de que este alero dominicano se nacionalizó pronto como español y contribuyó activamente a la que hasta hace bien poco considerábamos como la edad de oro de nuestro baloncesto. Lástima que renunciara a ir con el combinado nacional a los Juegos Olímpicos de Los Angeles, en los que podía haber hecho grandes cosas en plena madurez de su juego, a los 26 años.

Los motivos de su renuncia no están del todo claros. Él dice que no quería ‘perdonar’ su habitual descanso veraniego en tierras domincanas. Juanma Iturriaga, uno de sus compañeros en la selección, y distintos medios periodísticos afirman que el verdadero motivo era ganarse un dinerillo extra en las ligas de verano de su país. Al parecer, pidió una contrapartida a la Federación Española para ir a los JJOO y ésta no pasó por el aro.

 

Sea como fuere, fue una lástima que no acudiera. Aunque si le preguntas ahora que si se arrepiente de su decisión, responde con un no bien argumentado. Su trayectoria deportiva y su vida actual están espléndidamente condensadas en el capítulo que el programa ‘Informe Robinson’ elaboró en torno a su figura. Y que dicho sea de paso, ha sido una buena fuente de inspiración para la confección de este reportaje.

 

 

 

 

Sea como fuere, Sibilio quedará en la memoria colectiva como un excelso anotador. Un tipo con la muñeca inmisericorde cuando llegaban los momentos calientes de los partidos. Tanta clase le permitió ofrecer un rendimiento notable con la selección, con la que su mayor logro fue la consecución de la medalla de plata en el Europeo de 83, en Nantes, y con el, entonces, Taugrés de Vitoria. ‘Chicho’ era un tío que lo hacía fácil. Y en esa naturalidad estaba su secreto. Su ‘perrería’ para entrenarse era una seña de identidad que, paradojas, delataba su inmenso talento.

 

Cuando ponían sus partidos por la tele, te quedabas maravillado. Era capaz de encadenar series prodigiosas de acierto. El asunto se convertía en una emoción vibrante si enfrente había otro cañonero casi infalible como Josep ‘Matraco’ Margall. Hubo un tiempo en el que ellos reinaron en nuestro baloncesto. Cuando éste era un deporte más agradable y primaba la armonía en los movimientos y el baloncesto ofensivo por encima de otras cicateras (por pragmáticas que sean) consideraciones.

 

Ya lo dijo en su momento otro miembro ilustre de los ‘jugones relajaos’, Joaquín, el extremo del Valencia y otrora de la selección. “Si lo pienso demasiado, me estresso. Si me como el coco, malo. Lo mejor es dejarme a mi aire. No pienso en los errores anteriores sino en que el siguiente regate sí me va a salir bien. Ahí está mi arte”.  

 

Una declaración parecida podría condensar la esencia de este maestro de la naturalidad en cuanto a la anotación se refiere; un tipo que se movía también con mucha elegancia cuando de hacer fintas o reversos de entrada a canasta se trataba.

 

Al final, en el baloncesto, como en la vida, lo mejor es hacer las cosas con naturalidad, con la fluidez de las cosas que salen sin forzarlas. Después de todo, la magia de estos carismáticos sin pedestal oficial (la camiseta de Sibilio no está retirada en el Palau Blaugrana), radica en que su leyenda sobrevive a través del relato oral, de padres a hijos, de entrenadores a jugadores, de aficionado a aficionado. Finalmente, esta cadena de admiración es la fórmula más genuina que entiende como válida la posteridad del deporte.