Ayoneida

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El baloncesto es, como el fútbol y tantos otros deportes de nuestro tiempo, la afortunada válvula de escalpe que nuestras sociedades han encontrado para canalizar la agresividad y el instinto guerrero que llevamos dentro. En esta dinámica, un triunfo de tu equipo se revela como un orgullo y una feliz afirmación de la identidad. Así hasta alegrarte una tarde de sábado. Con esas coordenadas, cabe ubicar el brillante ejercicio narrativo que Theobald Philips desenfunda en estas líneas para explicar la emoción que el Fernando Martín cobijó este sábado en el duelo entre fuenlabreños y grancanarios. Todo un homenaje a los clásicos, gente como Virgilio u Homero, que sembraron de texturas la imaginación de sus coetaneos y de posteriores generaciones.

Ayoneida

Theobald Philips

21.noviembre.2011

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Gustavo Ayón dejó que sus alados pies, inspirados por la furia de Ares, le llevaran a los 22 puntos de valoración, capitales para que el Fuenla sumara su cuarto triunfo en la Liga Endesa. Autor de la foto: Fran Martínez (para baloncestofuenlabrada.com)


Canta, ¡oh, Musa!, la cólera del Titán Ayón, cólera funesta que trajo innumerables desgracias sobre los canarios, haciendo que su aro fuera presa de canastas y pasto de rebotes cuando regresó al campo -se cumplía la voluntad de Porfi- resguardado de dos prontas personales.

 

Cruzaron los isleños el negro ponto dispuestos en ordenadas filas dirigidas por Bellas, el de incisivas entradas, embistiendo la fuenlabreña muralla con la efectividad del colombiano Palacios y de Xavi Rey, el de reluciente mollera. Mas así como la araña teje su entorpecedora tela, las anaranjadas huestes defendían las líneas de pase robando balones sin número y, con alados pies, contestaban a la carrera lo que el ataque estático les negaba.

 

Ninguno de los equipos dominaba cuando las Parcas, con menos de tres minutos de batalla, cortaron con su agudo silbato el segundo de los cinco hilos que tejían el destino de Ayón. Dijo el Fisácida Porfirio: «Resguárdate en el duro banco de las funestas faltas, ¡oh, Zapotánida!, y deja que los fuertes miembros de Mou Sené se ocupen del ingrato trabajo defensivo». E igual que la noche se extiende cuando el Sol se oculta en el horizonte, así la negra sombra del senegalés se alzó para taponar las arremetidas isleñas, atrayendo a sus manos todo balón rebotado en el metálico aro.

 

«Subid las líneas, canariones» -arengó Martínez de electrizado cabello- «que vuestra presión frene los ligeros pies fuenlabreños y les obligue a luchar con nosotros en todo el campo». Tocados sus ánimos por estas palabras, los pío-pío presionaron para parar la transición naranja, dejando en las manos de Palacios y en las corpulentas ventajas de John Bramos la consecución de al descanso una exigua ventaja (35-37).

 

Aun resonaba la broncínea sirena que anuncia el tercer cuarto cuando el canario Beiránida se dijo «Esta es la hora en que todos dirán que eres digno hijo de tu padre». Pero Gustavo el Zapotánida, devuelto al parquet desde el duro banco, tocado por la furia de Ares, golpeó el aro con fuerza adueñándose del partido. Así como el huracán tuerce y arranca el duro árbol, la ira del Ayónida descafeinó la esencia colombiana de Palacios y la sobria actitud del alopécico Rey. La hueste anaranjada, enardecida por la furia del Titán, se dedicó a surtirle de balones para que, bailando sobre las puntas de los pies, hiciera temblar las rodillas de sus defensores y consiguiera múltiples canastas.

 

Más de diez puntos de ventaja consiguió el Titán Ayón para Fuenlabrada, también ayudando en defensa con aéreos tapones. Sus compañeros, con Vega supliendo intensamente la mental ausencia del gaucho Mainoldi, seguían la estela del de Zapotán desactivando el ataque canario.

 

«No os rindáis, isleños» -dijo Bramos el del potente brazo- «pues largo es el tiempo que los dioses llevan favoreciendo al Titán, y ya es tiempo de que cambie la suerte». Primero el pequeño Haynes, de electrizante tiro, y luego el resto de compañeros, redoblaron esfuerzos para, al menos, no llevarse en las cóncavas naves a las Afortunadas un carro de puntos.

 

«A mí, Antípoda Penney» -gritó Ayón con broncínea voz- «Casi veinte son los minutos que juego sin descanso, y las fuerzas empiezan a flaquearme. A solo seis puntos están los canariones, y no es momento de dejar escapar la victoria». Y Kirk el de elegante tiro aprovechó el pavor interior sembrado por el Titán para asaetear las esperanzas isleñas desde el 6’75 dejando el marcador en 69-65.

 

En canallesca sala compareció Pedro Martínez, el de gesto adusto, para alabar el comienzo del equipo, achacando al increíble segundo tiempo de Ayón, y al bajón físico y ansiedad mental de sus hombres la amarga derrota. Porfirio Fisácida, conductor de hombres, se mostró orgulloso de la fuenlabreña hueste, resaltando el valioso papel que Laviña, Cortaberría y Sené habían tenido en la sufrida victoria aunque Estadística, suprema diosa que preside el Olimpo del análisis baloncestístico, se negara a reconocerles.

 



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