Working class hero

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Probablemente se trate de los dos equipos más locos de toda la Liga. No ganan para desfibriladores en Badalona, donde los pupilos de Salva Maldonado hacen sufrir a los suyos todos los partidos hasta el último segundo; se agota el Prozac en Fuenlabrada, cuando las rachas de buen juego se ven sustituidas, sin solución de continuidad, por un cortocircuito general. Así son y así vivieron los 45 minutos FIATC Joventut y Baloncesto Fuenlabrada, a colapsos y arreones, hasta que el ímprobo trabajo de Marcus Arnold dio a los madrileños el punto de consistencia necesario para llevarse la victoria del Olímpic.

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Working class hero

Theobald Philips

1.diciembre.2013

Foto: EFE / Alberto Estévez

 “a working class hero is something to be / if you want to be a hero, well just follow me”

 (John Lennon, “Working class hero”, 1970)


Por fin el cazafantasmas Ferrán López, empeñado como lleva desde este verano en atrapar el “espíritu Fuenla”, lo ha encontrado. Y ha sido en el lugar menos esperado, en el pundonor de un fajador fibroso cuyos doscientos siete centímetros, para ganarse el pan, han tenido que descender desde las luces de Chicago y el campus de la Universidad de Illinois hasta las frías parameras de Ostrava y Pardubice, o hasta la más templada pero baloncestísticamente no menos lejana bahía de Esmirna antes de, en la frontera de la treintena, encontrar su oportunidad en una liga de primer nivel. No, no se puede destacar tal o cual faceta de Marcus Arnold más allá de que, noche tras noche, por encima de sus evidentes limitaciones, pone sobre el parquet, una a una, todas las gotas de sudor que resbalan por ese brillante y rasurado cráneo para justificar cada corona checa, cada lira turca o cada euro que venga en su nómina. “Espíritu Fuenla” en estado puro.


Pero eso pasaría mucho después, ya que el bueno de Marcus, como es habitual, no salió de titular. De inicio, ambos equipos mostraron todas sus fuerzas y debilidades. La Penya, con un Devoe Joseph muy entonado tirando del carro para coger pequeñas ventajas que oscilaban entre los 3 y los 5 puntos, y Fuenlabrada, con Andy Panko primero y James Feldeine después, respondiéndole para igualarlas. Juego lento y escaso, con poca anotación (14-15) y aun menos intensidad; tanto es así, que los primeros 10 minutos de reloj parado apenas supusieron 13 o 14 de reloj corrido.


Pero, a falta de calidad, nos iba a sobrar emoción en un partido en el que los dos contendientes se dedicaron al intercambio frenético de golpes, sin terminar de tumbar al contrario. Así, Álex Barrera comenzaba el cuarto con 6 puntos consecutivos sin que los de Chus Mateo, en una de sus habituales pájaras, fueran capaces de contrarrestarlos. Para que el luminoso naranja volviera a moverse, tuvo que salir la segunda unidad, los Dani Pérez, Román Montañez y Marcus Arnold; incluso asistimos al nervioso estreno de Eloy Vargas, al que Miralles, con más vistosidad que efectividad, ponía en aprietos en sus primeros minutos como ACB. El marcador volteó (27-30 a falta de 2’42”, tras triple de Román) y volvió a voltear (33-30 al final del cuarto), avisando de las taquicardias que nos esperaban en lo que restaba hasta el tardío final de partido. Fuenlabrada había conseguido defender bien pero, como tantas otras veces, se había olvidado del segundo esfuerzo, el de cerrar su rebote tras conseguir un mal tiro del rival, permitiendo a la Penya (10 rebotes ofensivos) enmendar sus errores.


Los habituales del Fernando Martín temen el inicio del tercer cuarto más que a un nublado; y es que, en este caso, la estadística no es el bikini de Boza, sino un desnudo integral que deja al descubierto las flaquezas de este proyecto. Se inició el juego con una pérdida absurda de Panko, seguida de canasta de un Nacho Llovet que tomó el testigo de Joseph para convertirse en la punta de lanza de los verdinegros, con 9 puntos consecutivos (para 13 en total). Al rebufo del canterano, los verdinegros apretaron en defensa y, en menos que canta un gallo si un gallo cantara durante dos minutos y diez segundos, endosaron al Fuenlabrada un parcial de 10-2. En ese momento, llegó el paroxismo de la esquizofrenia naranja, con un saque de fondo de Feldeine a Llovet, que penetró como una exhalación para provocar una falta del propio dominicano.


Chus Mateo hizo un ¡quíntuple cambio!, sentando a sus teóricos titulares (con Feldeine justificando lo injustificable con grandes aspavientos ante su entrenador) para dar entrada otra vez a los mismos que, en el segundo cuarto, le habían sacado las castañas del fuego. Arnold comenzó a dominar la zona y Vargas robó a los escépticos aficionados fuenlabreños el enarcamiento de cejas que les había endosado en su primera aparición. El dominicano colocó 4 tapones y anotó 2 canastas, una de ellas con un magnífico movimiento de pies que hizo volar a su defensor y a la ayuda que le mandaron a cubrirle las espaldas. Nuevamente, las diferencias se acortaron (50-44), salvando la Penya los muebles porque Devoe Joseph volvió a encontrar el camino del aro, y Feldeine el de hacer un saque de fondo al contrario.


Con 60-53 comenzó el último cuarto, en el que Marcus Arnold se hizo omnipresente, reboteando en su aro y el contrario (13), consiguiendo canastas en continuación, palmeos, al poste… (21 puntos con un75%) y poniendo tapones (3), para cerrar la que ha sido su mejor actuación en Liga Endesa (27 de valoración). Además, con el partido de nuevo de cara, Panko, Cabezas e incluso Feldeine se sumaban al carro para rascar las diferencias hasta que, un tapón de Arnold en la penúltima jugada, les permitió encarar los últimos segundos del partido con ventaja (72-74). Por los verdinegros solo Joseph, con alguna ayuda esporádica de Shurna, conseguían superar la buena defensa naranja; Llovet había desaparecido, Vives machacaba el Supermanager del 99% de los españoles (-11) y Kirksay perdía el duelo cuando Panko jugaba al tres. Fuenlabrada conseguía mantener al equipo de Maldonado en un 38% en tiros de 2 y un 26% en el triple aunque, como ya es tradicional, hacía inútil la defensa al desatender su tablero, permitiendo 19 rebotes ofensivos de la Penya. La postrera canasta de Cochran mandaba el partido a la prórroga ya que a Panko, en el penúltimo segundo, se le resbaló una bola que hizo que, su tiro en el último, fuera una misión imposible.


En la prórroga, el 2 a 5 de parcial muestra a las claras los nervios que se vivieron en ambos lados de la cancha. El partido se decidió en un infantil error de ayudas en defensa entre Joseph y Vives, que con excesiva pasividad dejaron solo a Andy Panko durante un par de segundos, permitiéndole colocar los pies, mirar el aro, apuntar y tirar el triple definitivo ya que, en el tiempo que restaba hasta el bocinazo final (1’47”), ambos equipos pusieron aironfix en sus aros (79-76).


Media Badalona, después de tomarse la cafinitrina para evitar el infarto, debe odiar a Salva Maldonado y a los suyos por hacerles sufrir todos los días; y, al mismo tiempo, deben adorarles por hacerles disfrutar con este equipo joven e ilusionante, en el que en su carnet de identidad lleva su castigo y su bendición. Cuando solo tienes a tres jugadores (Kirksay, Savané y Miralles) por encima de la treintena, y el resto de 23 hacia abajo (con solo Cochran en la tierra de nadie de los 25), es normal esta montaña rusa. Pero la línea de juego es buena, y creo que la Penya se merece un Palau Olímpic más lleno que el que se vió ayer.


En el caso de Fuenlabrada, Marcus Arnold, el héroe de clase obrera, ha mostrado el camino que se debe seguir. Porque, el margen para las excusas, empieza ya a acabarse.