Travesía sin final

«Fue tan largo el duelo que al final

casi lo confundo con mi hogar.»

Cuarteles de invierno. Vetusta Morla.

 

37 victorias por 127 derrotas en dos temporadas, y un panorama similar para el curso que acaba de comenzar. La reconstrucción eterna perpetrada por Sam Hinkie sigue colmando de vergüenza las alforjas de los sufridos asistentes al Wells Fargo Center. Los históricos Sixers se han convertido en tierra de oportunidades para jugadores rebotados desde otros equipos u olvidados en la ceremonia de selección de los novatos, mientras desarrollan talento bisoño y mantienen la máxima flexibilidad salarial posible, a la espera de que el proyecto capte la atención de alguno de los grandes nombres de la NBA. En las oficinas no tiembla el pulso a la hora de tomar decisiones drásticas: si se adivina un techo bajo para un jugador, su futuro como pieza clave estará en entredicho. Ahí está el ejemplo de Michael Carter-Williams, novato del año en 2014 y que acabó en los Milwaukee Bucks.

Y, caminando entre el lodazal transitorio generado desde las oficinas, un entrenador que pretende ejercer de mentor para su grupo de chavales, educándolos en la cultura competitiva de acuerdo al baloncesto moderno. Dentro de la limitadísima calidad de sus recursos, Brett Brown ha implantado en el equipo la metodología derivada del Basketball Analytics: los Sixers fueron la temporada pasada el segundo equipo que menos lanzamientos ejecutó desde la media distancia (el tiro más ineficiente, en una distribución ideal que prima lanzamientos de 3 puntos y cercanos a la canasta), únicamente por detrás de los Houston Rockets. El Tanking abrazado por los mandamases no baja a la pista, donde el coach y sus jugadores intentan competir con dignidad: una utopía si comparamos su róster con el de sus rivales noche tras noche.

Las elecciones de la organización en los últimos drafts son otro foco de críticas por parte de los aficionados de la Ciudad del Amor Fraternal. Sus picks más relevantes (aparte de Carter-Williams y de un Saric que ha confirmado recientemente que el año que viene será el de su desembarco en la mejor liga de baloncesto del planeta) son todos jugadores marcadamente interiores, y uno de ellos (Embiid) oposita al título de heredero de Greg Oden. En los otros dos gólems bisoños anidan las grandes esperanzas de la franquicia, y las escasas razones para sentarse a ver un partido de Philly este año.

Okafor, esteta en pleno lodazal. Fuente. nba.com

Jahlil Okafor, favorito a novato del año con un juego a contraestilo en la actual NBA, es el mayor atractivo de la tropa. El chico procedente de Duke viene mostrando sus extraordinarios recursos al poste bajo desde el primer día entre los profesionales, sumados a una capacidad para correr la pista que no es norma entre los jugadores de su talla. 26 puntos ante Boston, 24 frente a los Cavaliers (arrollando por momentos a Kevin Love) y 21 en Milwaukee, sin bajar nunca de la decena en sus 5 primeros partidos NBA. Brown deberá bajar el ritmo de juego para surtir de balones a su principal arma, que acumulará unos niveles de uso ofensivo decisivos en la carrera por ser el mejor rookie 2015/2016.

Y, guardando las espaldas a Okafor, Nerlens Noel afronta su segunda aventura (sin contar un año de debut en blanco por lesión) deseoso de confirmar su valor en defensa y pulir de paso un arsenal ofensivo francamente limitado. 10.8 rebotes, 2 tapones y 1.3 robos de balón promedia el espigado power forward (center a la fuerza) en los 5 partidos disputados, todo versatilidad pendiente de absorber los conceptos defensivos que la pizarra de su coach asimiló en la escuela de los San Antonio Spurs.

A falta de victorias, bueno es monitorizar las evoluciones de un juego interior prometedor, mientras se trata de avistar un oásis en la eterna travesía por el desierto organizada por Hinkie. Quien no se consuela es porque no quiere…

@Juanlu_num7