Sensaciones perdidas

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Lo mejor y lo peor de ambos contendientes pudimos ver en el Fernando Martín en la tarde del sábado. Un Fuenlabrada que regaló a Cajasol hasta veinticinco minutos de juego, y un equipo sevillano que, por hasta dos veces, intentó regalar el partido a los locales. Al final, la lógica se impuso y la victoria viajó a Andalucía con holgura.

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Sensaciones perdidas

Theobald Philips

23.febrero.2014

Foto: Fran Martínez / www.fuenlafreak.com

Bamforth, el tapado del partido, sentenció con un triple que no tenía que haberse tirado

El Fuenlabrada sería el candidato ideal para hacer rico a un psiquiatra deportivo, si es que existiera un diván lo suficientemente grande como para tumbar en él a estos doce tiarrones. Con buenos mimbres y una plantilla ilusionante, desilusionó a su parroquia superando con creces el tiempo de la excusa/coartada de la conjunción de un equipo nuevo, perdiendo partidos que tenía ganados a base de desconectarse cuando estaba cerca de la meta. Cuando se le quitó la presión, es decir, cuando le vinieron en ciclogénesis explosiva todos los grandes de la liga seguidos, pareció que por fin rodaba por el buen camino, confirmando las buenas sensaciones en los últimos partidos que disputó antes de la Copa, encadenando victorias contra el bálsamo de Fierabrás que es Valladolid, Laboral Kutxa y Murcia.


En esas, vino el paró de la cita malagueña, y todos (Chus Mateo incluido) se preguntaban cómo se lo tomaría el equipo. Y el equipo no se lo ha tomado muy bien, perdiendo las “sensaciones” y dando un par de pasos atrás, para volver a sus inicios, perdiendo de forma consecutiva y, sobre todo, poco competida, en Bilbao y en su propia cancha. Porque sí, seamos claros, la derrota de ayer no fue competida, viniendo el espejismo de la remontada más propiciado por los errores de los pupilos de Aíto, que por el empuje de los de Mateo. Jugando solo quince minutos de cada partido, Fuenlabrada no puede aspirar a otra cosa que no sea el desastre.


Sevilla es un equipo al que da gusto ver jugar. Los jugadores hacen lo que deben hacer, ponen una intensidad envidiable desde el minuto uno, y solo tienen el pero (en el pecado de sus años tienen la penitencia) de la inexperiencia que, como el Maestro dijo, hace que este sea el único partido de la temporada que han ganado del principio hasta el final, y bien que les costó, que lo envolvieron y le pusieron un lacito por dos veces, para dárselo de regalo a la hinchada naranja. Experiencias como esta servirán a esta plantilla para crecer y recordar que, en esta Liga Endesa, no basta con jugar bien durante veinticinco minutos, por mucha ventaja que lleves.


El arranque de Cajasol no fue fulgurante, simplemente se dedicaron a jugar bien, aplicando defensas cambiantes a sus oponentes, especialmente Panko, que nunca sabía si se encontraría delante con los músculos de Landry, la rapidez de Sastre o los centímetros de Balvin. En ataque, movilidad e ideas claras, buscando la mejor opción hasta el punto de que, al terminar el cuarto, todos sus jugadores salvo Bamforth habían anotado. Y, Scott, que no anotó, estuvo colosal en la defensa del base contrario, nublando la mente de Dani Pérez con su intensidad. En Fuenlabrada el panorama era el contrario: jugadores estáticos, ataques resueltos en tiros sin posición, defensa que permitía bandejas cómodas y solo dos jugadores, una canasta de Diagné y 5 puntos de Feldeine, que encontraran el hueco del aro.


Durante el segundo cuarto y hasta la mitad del tercero Fuenlabrada siguió en un plan muy parecido, contentándose con un insuficiente intercambio de canastas (o al menos eso parecía deducirse de su actitud defensiva). Cajasol aceptaba un ritmo de juego que claramente le convenía y seguía a lo suyo, bastándole simplemente con dar un acelerón si los locales anotaban dos seguidas, para enfriar el ambiente. Así estuvo oscilando en el marcador en los mismos 16 puntos de distancia del primer cuarto, estirándose hasta 20 (37-57) a falta de cinco minutos para terminar el tercer cuarto. Hubo harina de pitos desde las gradas en varios momentos.


Chus Mateo decidió en ese momento cambiar algo y puso una zona 2-3 que sorprendió a los sevillanos, que encontraban más dificultades para anotar. Eso, unido a dos triples consecutivos en el último minuto de Román Montañez y Cabezas, redujo la diferencia a 14, que fueron los reiterativos 16 cuando Josep Franch (que durante todo el partido parecía pasear por la zona como si fuera el pasillo de su casa) hizo de una mandarina tirada por un compañero desde la esquina una asistencia de lujo, colando sobre la bocina un auténtico canastón. Esa pérdida de sensaciones de Cajasol, se prolongó en el último cuarto. Aumentó su número de pérdidas, se relajó su defensa, y sus jugadores tiraron en situaciones no claras. Panko y Feldeine, con diversas aportaciones de Cabezas, aprovecharon la situación subiéndose sobre los hombros reboteadores (en ambos aros) de un descomunal Diagné para arañar punto a punto la distancia de manera que, a mitad de cuarto, los 20 se habían convertido en 5 (63-68). Las gradas vibraban, pero parecía el canto del cisne cuando, coincidiendo con la quinta de Diagné, dio la sensación de que el fuelle de Fuenlabrada se había terminado y que Cajasol, con la vuelta de Satoranski para controlar el ritmo, había recobrado la cordura. 65-75 y pocos minutos por jugar, parecían definitivos.


Pero, como ya hemos dicho, los sevillanos parecían empeñados en perder el partido. Feldeine anotando desde la defensa, y Landry haciendo una falta tonta en el rebote de un tiro libre, propiciaron que el marcador se apretara a 73-75 con poco más de minuto y medio por jugar. Sin embargo, duró poco la esperanza en las gradas pues se vio que, ahora sí, la reserva de su equipo se había agotado mientras que Cajasol tenía la suficiente fuerza para corregir con rebotes ofensivos lo que sus nervios pudieran fallar. Del minuto 39:10 (75-78) al 39:33, el balón no salió del campo fuenlabreño, recuperando Satoranski un rebote de tiro libre fallado por Bamforth, y Sastre el del fallo del base checo. Faltando 27”, Scott Bamforth tiró (demasiado pronto y demasiado lejos) un triple que rompía la igualdad (75-81), sentenciando un partido que, tras el carrusel de tiros libres de rigor, terminó 75-84.


Fuenlabrada tendrá que recuperar la sensaciones perdidas, y Cajasol aprender a no perderlas.