Onda vital

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Utilizando la mejor de sus artes marciales, el Real Madrid superó el aprieto inicial en que le colocó un corajudo Baloncesto Fuenlabrada, dejando la posibilidad de sorpresa en espejismo. A partir de ahora, a cada uno le toca su liga (y a nosotros contarla).

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Onda vital

Theobald Philips

25.febrero.2013

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Sergio Llull, MVP del partido, volvió a convertirse en super-guerrero para los suyos. Foto: Lydia Calvo / Fuenlafreak.com


¿Se acuerdan ustedes de “Bola de dragón”? Sí, aquella mítica serie japonesa donde a los luchadores les pasaba lo que a Leticia Sabater, que cuanto más entrenaban más rubios se ponían. Y es que daba igual que fueses un sofisticado autómata, un alienígena indestructible o una deidad desconocida de un mundo lejano. Por mucho nivel que tuvieses, al final alguno de los tipos aquellos sacaban el “Just for men”, se aclaraban las mechas, daban más luz que las bombillas de bajo consumo que nos regaló Sebastián hace unos años, y te partían la boca igualmente. Pues algo así le pasó ayer al baloncesto Fuenlabrada, que creyó que habiendo estado en un ten con ten con un gigante como el Regal Barça, le iba a llegar para presentar cara ante un Real Madrid cansado y, en los últimos tiempos, con algún síntoma más o menos evidente de pico de forma necesitado de Viagra.


Laso, el Maestro Mutenroi madridista, empezó la contienda intentando dar descanso a algunos de sus jugadores más castigados. Slaughter, Pocius y el Chacho, habitual Microondas, aparecían en el quinteto inicial, y su equipo lo notó; es como si hubieran salido a escena sin haberse aprendido bien el papel de titular, y los naranjas se aprovecharon de ello. Con Feldeine tirando del carro y Rob Kurz haciendo una oscura labor bajo el tablero (fundamentalmente ofensivo), el Fuenlabrada cogió y mantuvo durante los primeros diez minutos entre 7 y 8 puntos de ventaja (21-13 al bocinazo). Daba igual lo que el Madrid intentase, hasta un amago de zona-press 1-2-2 en toda cancha con Slaughter en punta, siguiendo luego en individual a Feldeine (y dejando en superioridad bien aprovechada a los pívots de Poch); el ritmo era de los locales, que parecían haber encontrado la llave perfecta (7/11 2p) para conseguir un ippon sobre los de Concha Espina, tan perdidos como las 6 bolas que dejaron escapar de sus manos durante este primer cuarto.


Pero, poco a poco, mientras, los guerreros madridistas iban subiendo de prestaciones, el fuelle de los de Poch se iba agotando. Sené tripitió partido nefasto al sustituir a Kurz, Feldeine tuvo que coger aire y los esfuerzos de Colom y Cortaberría no bastaban para suplir las bajas formas de Valters y Gladyr. Entre los blancos, sin necesitar ponerse rubio para ser super-guerrero, el primero en estallar fue Jaycee Carroll, con 5 puntos casi consecutivos; luego, Niko Mirotic, que se está especializando en hacer unos numerazos de los que no te das cuenta hasta que miras la estadística. Y, después, Sergio Llull que, tras unos días de cierto desencuentro mental, se metió el partido debajo del brazo y, como el Goku de la serie, no es que se moviera rápido, es que desaparecía de un lado para aparecer inmediatamente en el otro. Y desde ambos la metía.


La ventaja de Fuenlabrada se iba deshaciendo punto a punto, al tiempo que sus jugadores dejaban de encontrar ventajas y buenas posiciones, sin que nadie reaccionara. Y donde digo nadie, quiero decir Trifón Poch que, en esta fase, y conociendo que el Madrid es un equipo de sensaciones, podría haber intentado desacelerarles, retrasar al menos con un tiempo muerto la conversión a super-guerrero. Cuando quiso hacerlo era tarde y los blancos ya habían completado la transformación. No es que el tiempo muerto fuera un seguro de que el signo del partido habría cambiado, pero a lo mejor nos habría dado a los presentes algún minuto más de emoción.


Al descanso se llegaría con 34-42, con un parcial de valoración muy significativo de 4-41. Ya daba igual, porque a un equipo como este, cuando le dejas entrar en ebullición, es muy difícil pararle. Desde la reanudación hasta el final, Llull voló, Sergio Rodríguez repartió magia y puntos por doquier, Mirotic pudo descansar un cuarto entero siendo aún así el segundo jugador más valorado, Felipe, bien, como siempre, el joven Alberto Martín tuvo algún minuto (espectacular asistencia sin mirar), etc. El Madrid jugaba a placer y el Fuenlabrada, por mucha voluntad que pusiera (no bajó nunca los brazos, lo que la grada agradeció con vítores al final), no podía ni mantener la cosa en intercambio de canastas. Salieron tarde Muñoz y Adrián Laso a pista, y no jugó (a pesar de la solicitud Blue) Sergio Sánchez; en un partido como este, la cintura de Poch no tuvo la flexibilidad necesaria para recuperar a algunos para su causa.


Por mucho que Baloncesto Fuenlabrada se esforzó en lalucha, la onda vital del Real Madrid les desintegró en 65-88.


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