¡Por Tutatis!

blogs-iconoacb-icono

¿Para qué sirve la escritura? Para hacerle ajustes de justicia y, por qué no, de imaginación a la realidad. Algo así siente uno leyendo las crónicas de Theobald Philips, que es algo así como el cronista pop de nuestro baloncesto. Fabrica bromas para todos desde una óptica singular, a través de la cual queda de relieve la sugerencia de cada partido. Hagan la prueba si no con su mirada al tercer acto de esta final ACB pródiga en destellos y derrumbes.

***

¡Por Tutatis!

Theobald Philips

13.junio.2012

 

 

120613_felipe

Fuente: ACB Photo

“Hoy necesitan que las meta de media distancia…”, se dijo Felipe


Nadie se lo veía venir…o sí. La cuadrícula milimetrada de la mente de Xavi Pascual se olía algo, porque no es frecuente que su cuidada caligrafía se salga de la pauta y, sin embargo, el pasado lunes decidió arrinconar a Huertas al banquillo a cambio de la consistencia defensiva de Sada y Juan Carlos Navarro, por primera vez en estos playoff, ocupaba el puesto de escolta titular. Estaba claro que el coach de Gavá se olía algo, y que el flash del triple brasileiro no le había cegado respecto al hecho de que el Real Madrid, incluso en la derrota, estaba siendo un equipo más consistente que el suyo. Así, Sada tenía la misión de intentar desconectar el juego del base madridista, paradoja de un puesto que habiendo sido reiteradamente señalado como talón de Aquiles blanco por la barahúnda de expertos, está resultando clave en las finales; y, Navarro, porque si necesitas consistencia, pocas mejores soluciones se me ocurren.


No fue esa la única novedad. También hubo sorpresa con el (des)concierto de silbato por parte de los de naranja que, desafortunadamente para el juego, olvidaron que estamos en un playoff y se empecinaron en pitar faltas inútiles y fuera de foco que pararon el partido y sacaron de quicio a protagonistas y espectadores. Una pena porque, al menos para el que suscribe, los arbitrajes de los dos primeros partidos fueron muy buenos. De 46 y 38 faltas, respectivamente, pasamos a 56, y eso que durante el último cuarto, ante la ruinosa distancia adquirida por los locales, los árbitros decidieron tragarse su herramienta y dejar que el tiempo corriera que, si hubieran seguido al mismo ritmo, no dudo que hubiéramos podido cantar eso de “queremos 100, queremos 100”. Curiosamente, el partido más riguroso ha sido el único que se les ha escapado de las manos y ha tenido una lamentable tangana.


A pesar de las tácticas de Pascual, el partido siguió los derroteros de los anteriores. Empezó igualado, pero con una igualdad de 2 o 3 puntos arriba el Madrid gracias a la aportación primero de Llull y luego de un fulgurante Carroll, que salió imparable. El Barcelona no se descolgaba, pero tampoco conseguía nunca ponerse por delante (25-23).


En el segundo cuarto, dos jugadores blancos tomaron de la poción mágica para cambiar el signo del partido: Pocius se convirtió en la alargada sobra lituana de Navarro (si Marty recuperara la confianza en ataque…) y Sergio Rodríguez demostró que su dulce punto de forma no se ciñe sólo al tiro. Pero además contaron con Felipe Reyes, que se cayó en la marmita cuando era pequeño y machacó a sus oponentes en inverosímiles rebotes y con ese tiro tan efectivo desde los 4/5 metros que se ha trabajado. Fue un martillo pilón durante todo el partido, con un 100% de acierto en tiros de campo (7/7) y estando siempre en el lugar libre donde el Chacho sabía que debía colocar el balón. Es tremenda la capacidad de adaptación del capitán blanco, probablemente heredera de su capacidad de trabajo, que le hace capaz de dar un paso a un lado para dejar sitio a las estrellas emergentes, o aparecer de forma estelar cuando se le necesita. Si es un jugador acabado, lo que daría yo por estar acabado así…


En ese tercer cuarto, durante ese brutal parcial de 21-6, se mostraron los primeros síntomas de la desintegración azulgrana. No se trataba sólo de que el Madrid estuviese jugando mejor, es que se notaba que los visitantes estaban perdiendo el norte y no eran capaces de remontar. Dejó de haber pases, dejó de haber circulación, dejó de haber sincronización defensiva, dejó de haber rebote (incluso en el tiro libre), dejó de haber equipo. Parecían ese Madrid impotente de los últimos años, que desconectaba de los partidos cuando el Regal cogía una diferencia. Fue el momento de la tangana de Mickeal (y el soterrado Lorbek), y es que no es lo mismo, no es lo mismo cuando después de tantos años el viento deja de soplar a favor. Un viento contrario que se lleva las grandes palabras…


El 46-32 del descanso, teniendo la experiencia del primer partido y, sobre todo, la imagen de equipo rocoso que durante los últimos años ha dado el Barça, traían alegría pero no confianza a las pobladas y (por fin) ruidosas gradas del Palacio de los Deportes. Duró poco la inquietud, el tiempo que Mirotic tardó en dar una clase de baile, y el Barcelona en demostrar que eran como piezas del Exín Castillos (vaaale, del Lego) tiradas por el suelo. Significativo que hasta Navarro fallara los tiros libres. Los recalcitrantes galos del Madrid salieron en tromba a por las cohortes blaugranas y la diferencia se disparó a los 30 puntos, momento en que Wallace y Eidson demostraron que, con la suficiente desventaja como para que no haya partido, son capaces hasta de encestar. El resto fue una anécdota, una anécdota de vendaval de juego madridista, que terminó 85-59.


Bueno, en realidad terminó sólo 1-2, con lo que el miércoles se pondrá otra vez a prueba la capacidad de concentración del equipo de Laso, y la de recuperación de los de Pascual.

 



*No olvides puntuar este artículo (en la cabecera) y hacer un «+1 Google» (a continuación) para publicitarlo. Nos será de gran ayuda tu opinión. Gracias 🙂