Ilusión en la Big Apple

Los lamentos y abucheos acaecidos durante la última noche del draft han pasado ya a mejor vida. Tras un interminable historial de menosprecios hacia el proceso de reclutamiento de novatos (con Dolan regalando elecciones sin pudor alguno, año tras año y en operaciones delirantes), los New York Knicks disponían del número más alto desde 1985 (Patrick Ewing), y el elegido en la 4ª posición sería el letón Kristaps Porzingis. La decepción (fruto del desconocimiento) de los fans presentes en la ceremonia mutaría en esperanza, apenas iniciada la pretemporada: el chaval de 2.21 metros y nombre impronunciable era ya el gigante más impactante de la capital del mundo desde tiempos de King Kong… O del center jamaicano formado en Georgetown.

Contemplar los primeros pasos de Porzingis en la liga es un regalo de incalculable valor para cualquier amante de nuestro deporte. Bajo el envoltorio de una altura y envergadura de videojuego, el ex de Baloncesto Sevilla despliega sobre la pista habilidades más propias de un jugador perimetral, sobre todo si nos referimos a manejo de balón y rango de tiro. Los porcentajes de acierto (32.8% desde la línea de 3) subirán, y los 42 lanzamientos desde la larga distancia transformados por Kristaps hasta el momento amenazan a muy corto plazo el reinado de Arvydas Sabonis en esta faceta, siempre dentro del gremio de los monstruos de al menos 7.2 pies (136 convertidos durante sus 7 campañas en la NBA).

Crossovers diabólicos para sus rivales en las alturas, agresividad a la hora de cargar el rebote ofensivo (con mates que se cuentan ya entre las jugadas más impactantes de esta camada de novatos) y lectura del juego propia de alguien que, pese a sus 20 años, acumulaba ya 3 de experiencia en la liga ACB. Pero además, por si fuera poco, entre los poderes del nuevo ojito derecho de la sufrida parroquia Knickerbocker se cuenta también la defensa…

El Letón volador. Fuente: jrssportbrief.com

Pese a ciertos fallos conceptuales como la sobreactuación en ciertas ayudas o la tendencia a cargarse de faltas, perfectamente normales en un perfil en formación, Porzingis comienza a erigirse en una fuerza a la hora de proteger su propio aro. Su movilidad (surrealista en un jugador de su tamaño) y facilidad para colocar tapones (1.9 por partido) son capitales en un engranaje defensivo conservador como el de los Knicks, con dos gólems custodiando el aro durante la mayor parte de los minutos. Y ese 47% de acierto en los tiros provocado a sus rivales en la pintura mejorará, a poco que vaya asimilando la regla de la verticalidad (que convirtió a Roy Hibbert en protector de aro de élite durante una breve ventana temporal).

Con dos galardones a mejor novato del mes de la Conferencia Este ya descansando sobre la chimenea de su hogar neoyorquino, Porzinger puede presumir de un premio aún más trascendente: el de escuchar a la Meca del baloncesto mundial corear su apellido, a duras penas. Los nuevos Knicks proyectan ilusión, y su interminable faro con el #6 en la zamarra es el principal foco.

Cualquier día los neoyorquinos alzarán la vista en la intersección de la Quinta con West 34th Street y advertirán, estupefactos, como el longuilíneo letón se encarama a la cima del rascacielos más famoso de la ciudad. El cielo es el límite para Kristaps.

 

@Juanlu_num7