Hijos de un dios menor

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Si tu rival te avasalla en el intercambio de golpes, muda de piel. Y hazlo con la mentalidad de un ajedrecista. Algo así hizo el Barça en el cuarto round de la final ACB y, la verdad, nos dejó cautivados. Theobald Philips se pone el traje de Zidane de las crónicas para explicar apregios y sin sentidos del cuarto episodio de una final para cuidar en la urna de los buenos recuerdos, esa a la que acudiremos en un futuro no tan lejano.

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Hijos de un dios menor

Theobald Philips

15.junio.2012

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Fuente: ACB Photo

Wallace por fin levantó cabeza

 


La opinión pública (o sus creadores, más bien) es curiosa. Si eres un tipo con el ego de un tamaño tal que, junto con la muralla china, son las dos únicas cosas humanas visibles en la Tierra desde el espacio, caes mal a la prensa y, el hecho de que utilices tácticas rácanas y meramente resultadistas con un equipo grande, te hace ser un borrón en la historia de tu deporte y ensuciar el escudo que dices defender. Porque eso es cosa de equipo pequeño, dicen. Si, por el contrario, eres un brillante joven de buenos modales, esa misma táctica sólo te deparará parabienes como genio táctico y engrandecedor de la historia de tu club.

 

Lo cierto es que, tal y como ya decíamos en la crónica del tercer partido, Xavi Pascual se ha dado cuenta de que, ya sea por razones físicas, de química o de edad, su equipo está un escalón por debajo del Real Madrid. Y, como Boza con el Limoges de 1993, ha sido realista, ha asumido esa inferioridad, ha visto que no es total y ha optado por la única táctica que entendió le permitía no sólo ahogar los puntos fuertes blancos (rebote, concentración, ritmo) sino también reforzar los suyos propios (experiencia, tamaño, jugadores estrella). Una táctica que los grandes gurús del “deporte-generoso-según-quién” calificarían de impropia de la grandeza de su club… si fuera “ese otro” el que la adoptara en su deporte de las patadas. Más vale caer en gracia que ser gracioso, que decía el refrán.

 

El abuelo Theobald está de acuerdo con las grandes loas que Pascual se está llevando ya que, efectivamente, entiende que fue el factor clave de la victoria de su equipo y que, frente a los grandes principios, el entrenador del Barcelona tenía que ser inteligente. Barça Regal estaba contra las cuerdas y se veía inferior, por lo que su salvación estaba no en la “grandeza”, sino en una estrategia que ya no se ve en el baloncesto moderno, de “equipo pequeño”, pero que le podía llevar al éxito grande.

 

Sí, el Barça hizo una exhibición defensiva, pero no con la defensa que le ha llevado esta misma temporada (y las anteriores) a ser el mejor equipo europeo en ese aspecto. Por el contrario, el 90% del tiempo defendió en una zona 2-3, como mi equipo de liga municipal, con los de arriba (Huertas y Navarro de inicio) haciendo una leve presión al base al cruzar el medio campo, lo suficiente para meter una chinita en el débil engranaje mental de los unos madridistas. Sólo abandonaba esa disposición pasando a individual (y no siempre) cuando fallaba en ataque, o cuando salía Carroll, en cuyo caso la zona se transformaba en caja (más bien diamante: 1-2-1) y uno, con Sada o Ingles, según se diera, persiguiendo al “Pájaro Loco” mormón. En ataque, la consigna era jugar lento, apurar la posesión y dársela a la exigua nómina de 3 o 4 jugadores con licencia para tirar, el que en ese momento estuviera inspirado. El Young del Limoges para el Barça fue Lorbek siempre y, por rachas, también Huertas, Navarro y Mickeal; y el factor diferencial, el convidado fantasma, C.J. Wallace, que por fin vio aro en el segundo cuarto (14 p., 75% t.c.), propiciando el a la postre definitivo despegue azulgrana.

 

El Madrid cayó en la trampa, ayudado también por su mente frágil que se resquebrajó bajo presión. A pesar de la sorpresa inicial, se mantuvo en el partido mientras que siguió el abc del ataque contra zona, meter el balón dentro al menos una vez. Tomic anotaba con facilidad, provocaba faltas a Vázquez y, si no, los exteriores encontraban posiciones liberadas al cerrarse los defensores sobre el croata. Pero el trabajo de erosión mental funcionaba y, cada vez más, el balón blanco circulaba inocentemente por fuera, facilitando el ajuste de la zona y originando posesiones sin posición; los pívots, inmóviles lejos del aro, no entraban al rebote, por lo que el Barça lo dominaba más por presencia que por prestancia. Y ya sabemos qué le pasa al Madrid cuando su juego no funciona en un lado, que se bloquea en el otro; las manos cada vez llegaban más tarde a los cuatros abiertos (quizá de ahí el acierto congoleño, el 2/3 3 p. de Mickeal), Lorbek seguía acariciando el aro, Huertas encontraba pasillos entre bases que no le seguían y Navarro hacía de las suyas.

 

Pablo Laso, de esquizofrenia común con sus jugadores, como a veces ya le hemos visto pareció entrar en un pensamiento-túnel que le impedía ver otras posibilidades. Prescindió del gran marcaje que Pocius hizo el lunes a la Bomba, a pesar de que se escapaba con cierta facilidad de Llull y Carroll; se obcecó con los 3 bajitos, como si de un talismán se tratara, cuando su superioridad estaba en los hombres altos; al principio del tercer cuarto, cuando más necesitado de anotación estaba, sentó a Tomic y Velickovic, únicos madridistas que veían aro, para olvidarse del último completamente y del primero hasta que restaban sólo un par de minutos; no consiguió sellar en su equipo la forma en la que zona blaugrana acababa reventando…

 

A pesar de todo ello, que originó una pertinaz desventaja de 10 a 15 puntos, el Real Madrid no bajó los brazos. Incluso en los últimos cuatro minutos se despejó la niebla y los blancos vieron la luz: cerrar su aro con una agresiva defensa y, a partir de ahí, reventar el del rival a base del físico de Llull y el talento de Mirotic. El parcial de 15-6 les colocaba a sólo 4 puntos (75-79) con 43 segundos por jugarse pero, una vez más, los locales volvieron a las andadas y un pase a ninguna parte y un tiro libre fallado dieron a Lorbek la oportunidad de cerrar el 2-2 (75-81).

 

Ambos equipos han mostrado lo mejor y lo peor de sí mismos y, tanto de una cosa como de la otra, los dos han extraído una victoria. El quinto partido promete ser apasionante.

 



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