Final sin corbata

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En una semifinal con olor a baloncesto clásico, el sport estridente y desenfadado de Lituania se impone con absoluta claridad sobre la formalidad de Croacia, el país que inventó las corbatas. En el Eurobasket de la inconsistencia, los más consistentes son los que sobreviven.

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Final sin corbata

Theobald Philips

20.septiembre.2013

 

Foto: www.eurobasket2013.org

Lituania machacó a Croacia, con un gran partido de Linas Kleiza

Sorpresivamente, tanto por la trayectoria recorrida durante los últimos años como por la inapelable derrota sufrida contra España, Croacia se había plantado en semifinales. No era, como no lo es desde hace mucho, un equipo que enamorase, pero habiendo encontrado en Bogdanovic (ese otro que a Messina no servía) un estilete, y en Draper la herramienta perfecta para desplazar a Ukic a un puesto donde no tuviera que pensar demasiado, lo cierto es que a lo largo del campeonato había ido creciendo en juego y sensaciones.



Enfrente, los lituanos se presentaban con quilos de músculo de los que mueven talento y, a falta de una batería de francotiradores como los que a los clásicos nos tenía acostumbrados, con un juego sólido que, a base de defensa y de  acentuar la pintura en ataque, ya sea con los interiores o con sus penetradores, sonaba para hacer algo grande.


La lucha de las dos ex-potencias por volver a lo más alto no defraudó en su inicio, que fue de una gran igualdad. Los croatas, intentando dejar bien a los comentaristas, se pusieron en zona para demostrar que en Lituania no había tiradores; y, los bálticos, no tan conniventes con los plumillas, fusilaron a los balcánicos desde el 6’75, gracias a Maciulis y Kalnietis. En el otro lado, Bogdanovic tiraba del carro y no dejaba que Lituania se fuese, manteniendo equiparados los guarismos a mitad de cuarto (10-10). La igualdad se rompió cuando Linas Kleiza quiso; el ex-NBA tuvo uno de esos momentos de lucidez y, con rebotes, tiros lejanos y penetraciones, concedió a los suyos una leve ventaja cuando la bocina paró el juego (24-19).


En el segundo cuarto, Kleiza siguió con su recital hasta que el cansancio, no sabemos si el físico o el de su neurona (no demasiado acostumbrada a estar tan centrada durante tanto tiempo), le llevó primero a manchar su estadística de tiro, y luego al banquillo. Sin su estrella, Lituania se atascó durante unos minutos, aunque parecía que los chicos de Repesa no estaban muy dispuestos a aprovechar el regalo. Después de unos minutos de jugadas tontas, la entrada del pundonoroso Rudez y del fajador Zoric devolvieron al ataque croata al partido, amenazando con remontarlo (31-29 a falta de 5’). Tornó Kleiza al parquet y Lituania volvió a estirar ligeramente el marcador, aunque en este caso Linas tuvo poco que ver; fueron más los tapones de Valanciunas, y la salida de los citados Rudez y Zoric, los que cerraron el aro báltico, permitiendo a los de Kazlauskas irse a las duchas con tres puntos de ventaja (40-37).


Kleiza, por aquello de que a los americanos los recibimos con alegría, se llevará los flashes, pero el que inauguró el primer cuarto y repitió en este tercero fue la verdadera estrella lituana. Nos referimos a Maciulis, al que haber compartido equipo con Diamantidis parece haber sentado estupendamente. Siguió encestando triples, dejando bandejas, haciendo penetraciones, doblando a sus compañeros, propiciando un parcial de 8-2 (con la única canasta en juego de Croacia en este cuarto) que rompía la semifinal.


Croacia estaba desesperada, con algunas de sus estrellas desaparecidas. Simon, clave en partidos anteriores, llevaba apenas 4 puntos y Tomic solo uno; el pobre Ante, con el juego parado por una falta, cogió el balón y se puso a tirar ganchitos mientras los árbitros gesticulaban a la mesa, como para comprobar que nadie había puesto tesafilm tapando el agujero…


Nada servía, porque la otra estrella oculta de Lituania, Kalnietis, seguía aportando desde fuera y desde dentro del arco. La “lógica” zona de los croatas le dejaba mucho espacio libre, y Kalnietis tiraba de las mantas (mal chiste…). No fue la exhuberancia concentrada en cinco minutos de Kleiza pero, como en el caso de Maciulis, fue algo mucho más efectivo ya que se extendió durante los 40 minutos. Croacia, completamente desarbolada, no conseguía en este cuarto encestar más que desde el tiro libre, perdida en la defensa lituana, el terror que imponía Valanciunas (el cuarto jinete del apocalipsis balcánico) y su propia desconcentración.


Con 61-45 empezó el último cuarto, del que poco hay que decir. El espejismo del robo croata en la primera jugada y el subsiguiente triple no duró. El resto del tiempo, fue un quiero y no puedo en el que Lituania mantuvo en todo momento el timón del juego impidiendo toda reacción, que se ahogaba en el desacierto (Croacia, 3 de 20 en triples) o el intercambio de canastas.


77-62, Lituania ha vuelto a una final europea, y Croacia luchará por una medalla. Al menos para mí, reconocido mitómano, son dos magníficas noticias.


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