El lío de Víctor

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En más ocasiones de las que pensamos, la afición al baloncesto discurre paralela a una historia de amistad. Inspirado en esa realidad, Josep Pastells traza un relato sutil y verosímil de algunas de las motivaciones que se ponen en juego cuando disputamos una pachanga con los colegas. Es la quinta entrega narrativa que hace el escritor gerundense de una misma pachanga. Una apuesta tan complicada como interesante, que nos desvela las diferentes motivaciones e inquietudes con las que un grupo de amigos y conocidos juegan al baloncesto semana sí, semana también.

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El lío de Víctor

Josep Pastells

23.septiembre.2010

 

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Si ha habido un jugador que haya sabido conjugar con variedad de modulaciones amor

y baloncesto, ese es Rony Seikaly, pívot libanés-estadounidense que jugó en la NBA

durante 11 años y en el Barça durante un curso. En la imagen, lo vemos en compañía

de su ex esposa, la modelo mejicana Elsa Benítez. Fuente de foto: nba.com.

 

Todo sigue igual, piensa Fran mientras él y Víctor andan a buen ritmo, pasándose de vez en cuando el balón de baloncesto tras botarlo en la acera. Hace más de 20 años que se conocen y, si no le falla la memoria, Víctor ha dedicado la mayor parte de sus horas en común a intentar demostrarle que le va mejor que a él, que su forma de encarar los asuntos triviales y no tan triviales es más indicada para los tiempos que corren, que su manera de relacionarse con las mujeres le proporciona más satisfacciones y alegrías de las que él puede llegarse a imaginar.


La gran paradoja, piensa Fran mientras se acercan a la pista donde disputarán el partidillo, es que Víctor a menudo acaba pidiéndole consejo sobre cuestiones prácticas que inevitablemente están relacionadas con algún lío amoroso. Y es que Víctor, que sin llegar a ser atractivo sí que ha sido siempre muy resultón, es de aquellos que piensan que tras acostarse con una mujer ésta empieza a perder interés y no conviene pensar en ella más rato del que dedicarías a decidir qué chancletas te pondrás para ir a la piscina, por poner uno de los ejemplos desafortunados que acostumbra a poner el propio Víctor.


Claro que el interés se puede perder de forma más o menos gradual y a veces ocurre que, por mucho que hayas decidido abandonar a una mujer después de tirártela (así es como se expresa Víctor, remarca Fran para sus adentros al detectar en sus pensamientos una expresión machista que él jamás utilizaría en ninguna conversación), no puedes dejar de pensar en ella y a veces hasta te planteas alargar la relación para ver qué ocurre.


Víctor le comenta sus dudas a Fran sin que parezca importarle demasiado la presencia de Augusto, el tercer componente del equipo. Ya han llegado a la pista y dedican unos minutos a practicar el tiro, aunque en realidad Víctor está mucho más interesado en seguir exponiendo su situación con todo lujo de detalles. ¿Tú que harías, tío?, le pregunta al fin, sin que parezca importarle demasiado que Fran esté a punto de saltar para disputar el primer balón del partidillo.


Ante las miradas atónitas de los demás, Fran responde “Deja que lo piense. Ahora céntrate en el juego”. Parece que le hace caso. Augusto se muestra especialmente inspirado y pronto se distancian en el marcador, lo que Víctor aprovecha para insistir. ¿Y bien?, le pregunta a Fran tras recuperar un rebote y pasarle el balón a Augusto. Ahora no, por favor, le ruega Fran, que en realidad no tiene ni la más remota idea de qué contestarle ni entiende por qué Víctor concede tanta importancia a su opinión cuando está claro que no comparten la misma visión del mundo y de las cosas.


La reacción del equipo rival, que ajusta ligeramente el marcador, sirve para que Víctor se ponga las pilas y, al menos en apariencia, se olvide de su lío amoroso. Intensidad, intensidad. Luchan por cada balón al límite del reglamento y, al cabo de pocos minutos, consiguen llegar a los 100 puntos establecidos cuando los rivales sólo llevan 88. Tras despedirse de los demás, al recorrer el camino hacia sus casas a un ritmo más lento que en la ida, Fran comprueba que sus esperanzas de que Víctor se haya olvidado del asunto de marras son completamente infundadas. Con unos ojos tan expectantes como los de un reo que espera el veredicto del juez, le pregunta ¿Y entonces que hago, tío?