El corazón de las tinieblas

Agonía, lucha, agitar los brazos al borde del abismo y recuperar el equilibrio en el último momento. Alta tensión en el Fernando Martín para la más dulce de las victorias [Foto portada: Alba Pacheco / Encancha.com]

El corazón de las tinieblas
Theobald Philips

Foto: EFE El despertar de Deji Akindele fue demasiado para Baloncesto Sevilla

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El despertar de Deji Akindele fue demasiado para Baloncesto Sevilla

El baloncesto tiene algunos momentos en los que las estadísticas, tan queridas y tan útiles, saltan por los aires. En los que los planteamientos tácticos y la buena ejecución del scouting parecen perder su sentido y, como dicen los sabios que ocurre al acercarse al centro de los agujeros negros, las leyes de la lógica se subvierten. Son esos momentos en los que solo el corazón a ciento veinte pulsaciones por minuto, la mano que tiembla, el sudor que se interpone entre la pupila y el aro, el ensordecedor ruido de las gradas que abotarga los sentidos, cuenta. El borde del abismo; «el horror», que decía Kurtz en El corazón de las tinieblas.

Es una lucha de nervios en la que lo bueno que hayas hecho antes, más que un acicate, se convierte en una carga pesada, en la medida de tus pecados por dejar escapar lo que tenías ganado, en unos manguitos de hormigón que atenazan los brazos. Es el momento en que cada centímetro cuenta, ya sea para que ese pase al compañero llegue a su destino o para que la línea de tiro libre, inamovible en sus 4,60 metros, parezca sin embargo estar a kilómetros del aro. «El horror, el horror».

Sevilla remontó el río del partido hasta ese supremo momento mostrando un juego que, en bloque, parecía mejor, más completo que el de sus contrincantes. Como un metrónomo, encontrando alternativas (Oriola, Byars…) cuando sus principales bazas (Hernangómez, Porzingis…) eran anuladas, fue marcando mejores valoraciones que Montakit Fuenlabrada durante los 40 minutos del partido, pero sin llegar a traducir del todo esa ventaja en el marcador. Consiguió, cuando allá por el tercer cuarto una antideportiva de Penney sobre Diagné seguida de un triple de Burtt y dos tiros libres de Panko, amenazaban con volcar su barco (60 – 53), encomendarse a la muñeca de Radicevic desde el tiro libre para equilibrarlo en apenas minuto y medio (60 – 59); e incluso, gracias al inconmensurable trabajo de Oriola y al gran día de Byars, ampliar ese parcial hasta llegar a la mitad del último tramo de su viaje con una significativa ventaja (69 – 76). El último tramo, el momento.

Foto: Alba Pacheco / Encancha.com Panko, bien defendido por Berni, sacó de 1 en 1 lo que no podía de 2 en 2

Foto: Alba Pacheco / Encancha.com
Panko, bien defendido por Berni, sacó de 1 en 1 lo que no podía de 2 en 2

Fuenlabrada, equipo y afición, encararon el viaje por el particular infierno agarrotados, luchando pero a ráfagas, atenazados por la responsabilidad. Si en defensa se luchaba a muerte y se conseguía anular a las promesas visitantes (especial mención al trabajo de Vega sobre Porzingis), en ataque no lograban carburar de forma continua ante la buena defensa de Berni sobre Panko, con excepcional ayuda del pívot cuando el de Harrisburg intentaba el reverso hacia su derecha para disparar su letal tiro a media distancia. Los locales lograban mantenerse en el partido, pero solo gracias a ramalazos de corazón individual que les permitían sobrevivir, ora alguna ráfaga de Alberto Díaz en defensa que provocaba un contraataque fulminante, ora las acciones de salvapatrias de Steve Burtt, ora la callada eficiencia de Rolands Smits, que llama a la puerta. Peleó sin que le llegara la camisa al cuerpo ni el mazo al bombo, con un pabellón más lleno aún que de costumbre pero que no terminaba de ensordecer del todo. Hasta el triple del capitán que, cuando Sevilla en ese postrero parcial del que más arriba hemos hablado amenazaba con llevarse la victoria, pareció decir a las gradas «os necesitamos», a sus compañeros «podemos hacerlo» y a los rivales «no lo vais a conseguir».

Era el momento, y mientras Baloncesto Sevilla cedía al corazón de las tinieblas, al horror, perdiendo su crédito junto con el balón en dos pases decisivos (16 pérdidas en total) y convirtiendo en dudas desde el tiro libre la certeza que la grada les gritaba (13/22), Montakit Fuenlabrada templó los nervios en el despertar de Jeleel Akindele, 16 puntos (7/8) en el segundo tiempo, y en la inteligencia de Andy Panko que, lejos de desesperarse ante la emboscada planteada por Casimiro, se dedicó a alimentar a la bestia africana y a conseguir réditos (la mitad de sus 16 puntos) desde el 4,60. Una última excepcional defensa, con un flash de Akindele sobre Radicevic y robo de Burtt, certificó el 82 – 81 final.

Ficha Técnica:

Montakit Fuenlabrada 82 (16+26+18+22): Josh Mayo (6), Branko Cvetkovic (6), Andy Panko (16), Javi Vega (3) y Jeleel Akindele (24) -quinteto inicial-; Alberto Díaz (2), Steve Burtt (12), Dani Pérez (3), Moussa Diagne (1), Daniel Clark (2) y Rolands Smits (7). Entrenador: Hugo López. No utilizado: Andrés Miso.

Baloncesto Sevilla 81 (20+22+17+22): Ben Woodside (7), Kirk Penney (17), Berni Rodríguez (3), Kristaps Porzingis (4) y Willy Hernangómez (6) -quinteto inicial-; Álex Urtasun (0), Derrick Byars (14), Pierre Oriola (21), Ondrej Balvin (4) y Nikola Radicevic (5). Entrenador: Luis Casimiro. No utilizado: Diego Gallardo.