Corazón, corazón

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Primer partido de la final, y primer final de infarto. Lucha, alternativas, tánganas, nervios y polémica ¿Alguien da más? Bueno, esperemos que sí, que los mismos que lo han dado todo en estos cuarenta minutos, recuperen lo suficiente para ofrecernos un espectáculo igual de interesante el próximo martes (que creo que no hay…

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Corazón, corazón

Theobald Philips

9.junio.2013

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Foto: ACB Photo
 Hizo falta la mejor versión de los dos Sergios para remontar el partido y conseguir una victoria

No, no temáis. No es que me haya dejado llevar por el ansia viva que corroe a Arsenio e Iturriaga por no pisarle el terreno a Anne Igartiburu (¿tanto miedo le tienen?), es que lo vivido este domingo en el Palacio ha sido un partido de mucho corazón. Corazón de un Barcelona Regal que, sobreponiéndose a las dudas de la temporada y a los achaques de su plantilla, no se dejó arrastrar por el chispeante descorche de los pupilos de Laso, imponiendo poco a poco su ritmo de juego de cómitre de galeras; corazón del Real Madrid que, sobreponiéndose al motor gripado por el azúcar que Pascual suele echar en el depósito de gasolina de los partidos, remontaron uno que tenían perdido y que, en el mapa psicológico, amenazaba con parecerse como un calco a la aciaga final de Londres.  


Sorprendieron los visitantes con Rabaseda y Wallace en el quinteto inicial, quizá esto último en un (esta vez inútil) gesto supersticioso por conjurar la suerte que al mejor jugador que han dado las calles de Kinsasa le suele alumbrar en sus partidos en la capital de España. Enfrente, Laso también innovaba, si no en la nómina, sí en la pizarra, ordenando una defensa de diamante y uno con Llull sobre Navarro. De este juego de despistes salió vencedor el Real Madrid, pues Carlos Suárez se dedicó a superar al joven alero ex-fuenlabreño dominando con autoridad el rebote ofensivo (3 en menos de 8 minutos) para dar oportunidades a todos -a los suyos de enmendar errores y a Ingles de entrar en juego-, mientras que la Bomba oía la bocina del fin de cuarto sin haber inaugurado su casillero.  


En el Barça, solo Huertas parecía ver aro (6 puntos), y el Palacio rugía entusiasmado mientras el Madrid parecía anotar y anotar. Pero, sin embargo, solo lo parecía; algo no funcionaba y la prueba es que, a falta de dos minutos, Pablo Laso sacó a cancha a los dos Sergios, recurso que los más viejos del lugar saben que solo utiliza cuando ve las cosas realmente mal. Y es que las cosas no sé si mal, pero por lo menos no estaban bien, ya que la entrada de Oleson y Sada había bajado la espuma del champán anotador y, al entrar en el último minuto, la cruda realidad era un 15-12 que decía que el dominio blanco no era tan aplastante como las gradas creían. Dos triples consecutivos, uno por cada Sergio (el último de Llull contra un tablero que se encendía), maquillaron esa realidad de engañosa distancia de 7 puntos (21-14).  


El engaño se mantuvo, al menos a los ojos del entrenador vitoriano del Real Madrid, hasta que un triple de Víctor Sada, el primero de su cuarto mágico, colocó al Barcelona por delante en el marcador (23-25). Habían transcurrido tres minutos y medio en los que los defensores blancos se quedaban en todos los bloqueos blaugranas, en los que sus sistemas de ataque se limitaban a un sinsentido bota-que-te-bota en esa tierra de nadie que hay entre la publicidad de San Miguel 0´0% y la línea de triple, sin conseguir ni una posición clara de tiro, y en los que Pablo Laso no consideró conveniente pedir tiempo muerto o hacer cambio alguno.

 

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Foto: ACB Photo

Víctor Sada apareció, y Nikola Mirotic volvió a esconderse

A 6’33” hubo por fin un tiempo muerto pero, tras el baile de las cheerleaders, estaba claro que el ritmo del partido era el que marcaba el tambor de Pascual a sus galeotes, pues un minuto y medio después, cuando la primera trifulca (que terminó con sendas técnicas a Ingles y Chacho) nos dejó mirar el marcador, la diferencia había engordado a 23-30. Perdido Jaycee Carroll entre los fantasmas de Londres y las rápidas piernas de Oleson, que le comían los espacios, salió Rudy dispuesto a echarse el equipo a la dolorida espalda con seis puntos consecutivos, vano intento de remontada que anuló un Víctor Sada tocado por los dioses. Cuatro triples embocó el criticado base para completar 15 sorprendentes puntos al descanso (17 en total), y solo tres de ellos pudo contestar Sergio Rodríguez (el cuarto lo falló Mirotic, escondido una vez más en un partido crucial), con lo que la ventaja visitante, cuando ya empezaba a oírse el ruido de las duchas, era de 35-45. El parcial de 14-31 de este segundo cuarto no tenía maquillaje alguno…


El tercer cuarto, nos deparó una sorpresa de guión. Begic, que había jugado bien hasta que la segunda falta le llevó al banco en el primer cuarto (Tomic 0 puntos), sí reaparecía como es habitual, pero Suárez, a pesar de su destacada actuación, no recuperaba su sitio en el quinteto (no volvió a jugar, de hecho). Era Draper el que, junto a Llull, salía a intentar subir el nivel defensivo de los blancos, que no podían permitirse otra hemorragia como la del cuarto anterior. Se consiguió ese objetivo (solo 13 puntos encajados), pero no el de remontar. El Barça, más acostumbrado a que no anotar no significa perder, seguía jugando sólido, sumando a figuras hasta entonces desaparecidas -como Lorbek- a la causa. El Madrid, borraba a base del coraje de Llull y Rudy la vileda de Pablo Laso para no irse definitivamente del juego, consiguiendo una pírrica remontada de solo dos puntos (50-58). Como metáfora de ese quiero y no puedo, la bandeja fallada por Felipe Reyes en el último segundo…

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Foto: ACB Photo

Rudy fue el primero en dar un paso al frente, encabezando la reacción de su equipo

¿O no? Para remontar diez puntos, primero tienes que remontar dos. Y así, a base de corazón, corazón, a la febril llamada de las cabalgadas de Sergio Llull y los costalazos y escorzos de Rudy Fernández se unió la férrea musculatura de Marcus Slaughter que, en la punta de la lanza, empezó a sembrar dudas en las cabezas blaugranas. No, no miréis sus estadísticas, porque el trabajo de Slaughter no es de grandes números, sino de que los pases vayan a la banda, de que los relojes corran los veinticuatro segundos en lo que parecen solo seis o siete, de que los defensores parezcan la diosa Shiva porque hay más brazos de los que debería entre tus ojos y el aro.


Sobre esos hombros, se subió también Sergio Rodríguez en una de sus cada vez más habituales exhibiciones, esta vez volviendo a demostrar que, a su ya conocida magia, ha añadido una consistencia ofensiva sobre la que construir una victoria. Y, finalmente, apareció el que sorpresivamente hasta entonces no había aparecido pero que siempre aparece: el capitán, Felipe Reyes, que cogió los rebotes y metió los puntos que había que coger y que meter, respectivamente, para poder remontar.


Punto a punto, defensa a defensa, el Real Madrid fue recortando la distancia mientras que el Barcelona, nervioso, quizá desfondado, se perdía en buscar a Navarro para que, desde la línea (7/7), le salvase de la quema. No bastó, pues el corazón defensivo de los blancos contrarrestó esos tiros libres con seis pérdidas de la Bomba. Con 73-72, llego la jugada de la polémica. En directo, contando que estoy encima de esa canasta, me pareció que por el gesto de la mano de Sergio y la trayectoria del balón, la fuera estaba bien pitada. Luego, viendo las imágenes en el videomontaje del nunca demasiado bien ponderado Piti Hurtado, creo confirmar que no hay falta y, con más problemas, asimismo que el balón era para el Madrid. Aun así, el hecho de que incluso a las 22:18 estemos dudando, es significativo.


El resultado final, entre empujones, polémica, dudas y tiros libres, 76-72. Y, mientras, Arsenio e Iturriaga se fueron a tomar un gin-tonic con Igartiburu viendo las escenas de la boda de Margarita de Suecia. Corazón, corazón

 

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