Carlos Suárez y Sergio Llull: empuje de hambrientos

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En el baloncesto, como en la vida, la diferencia entre el acierto y la mediocridad es una cuestión de confianza. Si un trabajador tiene actitud y talento y recibe el apoyo de su jefe, es bastante probable que empiece a hacer las cosas bien, espléndidas incluso. Algo de eso vimos este jueves en el partido que enfrentó a Asefa Estudiantes y Real Madrid. De un lado, el cuadro colegial hizo un monumento a la sincronía del grupo. Además, la mayoría de sus jugadores estuvieron en su mejor versión, con ‘espalda privilegiada’ Gabriel a la cabeza. Felicidades por cierto al Estu por su cuidada coreografía de presentación al evento. De eso se trata, hubiera sonreído el comisionado de la NBA, David Stern, se trata de vender del modo más atractivo el producto. De otro, el Madrid es una colección de jóvenes talentosos y hambrientos que, poco a poco, van armando una tropa sedienta de gloria, que, si todo discurre con normalidad habida cuenta de las piezas que tiene Messina, mecanizará mejor su defensa y creará un entorno favorable a un núcleo de jugadores con mucho que conquistar y poca saciedad en la que refugiarse.

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Carlos Suárez y Sergio Llull: empuje de hambrientos

Pedro Fernaud

01.octubre.2010

 

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Carlos Suárez fue el gran protagonista del choque, embocó 4 triples y sumó 29 de valoración

para liderar el triunfo del Madrid frente a su ex equipo. Fuente de foto: acb.com

 

En una sucursal de una caja de ahorros cualquiera trabaja una chica con el pulmón lleno de estrellas. Trabaja para la banca, se gana la vida con ese oficio, pero en realidad lo que le mueve es el teatro. Gestora de clientes y actriz en la misma persona. Como es una buena amiga, preservaremos su identidad, no queremos que pase a ser sospechosa de sedición en su gremio. Esta amiga me explico una vez cómo actúan las entidades bancarias con algunos de sus jóvenes ‘soldados’: los envían a lugares donde no tengan vínculos familiares. Quieren que estén centrados en plenitud en su trabajo; nada de distracciones, que los enigmas de las cuentas te visiten también en el calor de tu salón…


Supongo que la estrategia funciona con bastantes. Y enloquece a otros cuantos. Pero no parece nada claro que sea la mejor forma de crear un vínculo entre trabajador y empresa. Quizá allí necesiten trabajadores cerebrales hasta decir máquina. Pero el baloncesto es otra cosa. En el deporte de la canasta el factor emotivo es oro líquido. Si quieres edificar tu proyecto con vocación de éxito piensa en cómo comprometer a tus ‘soldados’. Mejor los de tu país. Mejor aún los de tu ciudad (natal o de adopción, que más da). Mejor si reclutas a jóvenes con talento y hambre, gente que ama su oficio y que cuando salga a la pista tendrá en las gradas a su familia, a sus amigos…A su novia.


Gente que tenga orgullo y vergüenza por lo que haga. Con amor propio por hacer las cosas bien. Y que sienta lo que representa la camiseta que defiende (o al menos que lo comprenda, que lo viva), que sepa que el valor de sus acciones se mide por los resultados que genera y por el conjunto de intangibles que suma o resta a la institución que representa.


Desde esta perspectiva, discutible en según qué casos porque el compromiso y el honor no los garantiza ninguna partida de nacimiento, se entiende que el Madrid ha emprendido una estrategia inteligente en la confección de su plantilla de este año. El curso pasado querían resultados a la voz de ya. Este curso han preferido edificar a corto-media plazo con gente nacional y con el empuje de los todavía no santificados.


Gente como Sergio Rodríguez, Sergio Llull, Carlos Suárez, Felipe Reyes y Nikola Mirotic, que, estirando un poco el chicle en el caso del prodigio hispano-montenegrino de 2’08, podrían confeccionar perfectamente un quinteto de garantías.


Algunos de ellos estuvieron ayer en su versión más depurada. Sobre todo, Carlos Suárez, el jugador del partido; autor de 21 puntos, 5 rebotes, 3 asistencias y 2 robos para sumar una valoración global de 29, la más alta de los 21 jugadores que ayer estuvieron en el parqué del Palacio de los Deportes, en uno de esos duelos que aumenta el prestigio de los derbys madrileños.


El primer cuarto deparó continuas ráfagas de acierto de los locales, que cobraron en este acto su mayor ventaja del encuentro: 11 puntos. Los colegiales estuvieron liderados por Germán Gabriel, que se ganó el apodo de ‘espalda privilegiada’ gracias a su facilidad para crear movimientos ganadores de espaldas al aro, como bien sufrió Jorge Garbajosa. También tuvieron sus momentos de inspiración Jiri Welsch, autor de 12 puntos, Pancho Jasen (10 puntos y 4 rebotes) y Asselin (11 puntos y 9 rebotes). Por parte merengue, los dos sergios mantuvieron su equipo a flote, que se fue con una desventaja de cinco puntos al descanso.


La segunda mitad fue otra historia. Llull tomó el mando de la dirección merengue y se dedicó a orquestar algo muy parecido a la solvencia para su equipo. No le faltaron cómplices de origen colegial: Reyes (14 puntos y 5 rebotes) y el ya mencionado Suárez, que ofreció un tratado de cómo jugar en el poste bajo y una demostración de puntería (2 de 2 en canastas de dos y 4 de 7 en triples).


Así las cosas, ambos contendientes estuvieron intercambiando golpes hasta el final. Pero el Madrid gestionó bien la ansiedad del equipo en rehabilitación, gracias sobre todo al pulso certero de los que pueden ser la línea exterior de la selección nacional en las próximas citas: Sergio Llull y Carlos Suárez. Larga vida a una liga que despegó con un duelo cargado de esa emoción que hace tan especial a este deporte.